Aproveché el momento para desaparecer entre las sombras, mi nombre fue
borrado por el frío viento del norte y nadie echó en falta la palabra que
antaño les hacía vibrar, el susurro que resbalaba a través del auricular hacia
sus entrañas, el rostro de aquél al que llamaron vida.
Es curioso cómo se pierden los símbolos, cómo se difuminan los nombres
entre las hojas caducas de los árboles en otoño, sin embargo yo llevo el
recuerdo de aquellos años, ya sin caras conocidas ni sonrisas sinceras, pero
llega a mi memoria cada golpe recibido, cada paso dado hacia delante, cada
melodía buscada en la soledad de una habitación que se había convertido en el
universo de un soñador sin lugar a donde ir.
Las guitarras ya no rasgan el silencio de la noche, los coros no
alimentan los sueños, las luces del escenario permanecen apagadas, todo es, al
fin el blanco y negro del pasado, la memoria, lo que nunca volvemos a ser.
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