Me encanta, me sublima, me llena de satisfacción
(¡¡y por qué no decirlo!!) en ocasiones me excita, y siempre me sorprende la
capacidad para superarse de la mediocridad humana, será porque es más contagiosa que el talento.
Hay personas, personajes, personajillos y basura que
al final y por desgracia tienen (tenemos) algo donde convergen, ser un ser que
es y debería ser según los casos. Nunca dudaré que el precio de venta cada uno
se lo pone según le apetece, se ve obligado o le incitan a ello, pero hay
precios y niveles que limitan tanto con la inmundicia que se deslizan entre la
mugre y lo que ya apesta.
Un día cualquiera, en un lugar cualquiera de un
puesto de trabajo cualquiera (de los que también apestan por lo que dan)
aparece uno de esos iluminados, cuya aura se la confiere la llamada de aquél
que ejerce de “la voz de su amo” y maneja a la mascota para que le limpie la
mierda que no puede tragar. Este mensajero del diablo no conoce de relaciones,
amistades, compañeros u otras masas de insustanciales que para él están por debajo
de la barbilla que necesita mantener en alto para chupar lo que cae del “otro”.
Este mensajero irrumpe en la vida cotidiana y casi inexistente de un trabajo
para recordar a las personas que los personajillos como él, llenos de mugre,
son los que pueden ensuciar.
La sonrisa fingida, el amable trato estudiado ante
el espejo, la mano que sufre al estrechar la que sinceramente se extiende, la
mirada del que sabe que puede herir, la verborrea recitada como una letanía que
a su vez se ha aprendido a través de otra voz que a él mismo le recuerda lo que
es.
Estos seres despreciables, que buscan en otros
iguales apoyarse para poder herir las conciencias y convencer de lo que no son,
se atreven a insultar, vejar y humillar con palabrería barata a aquellos que sólo
intentan (y el esfuerzo es tan brutal que ya cuesta media vida) hacer lo que
deben para salir a respirar cuando las manecillas del reloj permiten escapar.
Esta inmundicia se sabe protegida por quien a su vez les humilla, y esparcen su
mensaje de miedo y mentira para conseguir lo que en sus miserables vidas nunca
tienen, el respeto y el reconocimiento como seres humanos.
Lo peor es que desde dentro hay otros que quieren
llegar a ser así y esa es la herida que más duele, la traición de quien
comparte las horas esperando el final de cada día, quien se come la misma
mierda que uno cuando debe morderse la lengua para no acabar siendo como ellos.
Esa es la peor patada, la que viene de quien recoge la maleta de ese mensajero
del diablo y le ayuda a llevarla con su mensaje de insulto y humillación, la
mirada cómplice de quien horas antes comparte el café, las palabras y vivencias
de cada día, soñando con no ser nunca uno de “esos”.
No creo en el ser humano, será porque como tal me he
fallado tantas veces que ni puedo contarlas, será porque soy incapaz de tragar
el aire que cualquiera de esos perros exhalan para hacer saber a su amo que
están ahí, será porque sé que el que está a mi lado siempre puede elegir entre
el café con el cual poder reírnos y
soñar, o el viaje hacia un lugar cualquiera, en un día cualquiera para ser el
mensajero del diablo tan reconocible como inmundo.
Debería existir el record al ser mas despreciable, un listón al que con gusto optaría mucha escoria humana y hasta habría pisotones para batir la mejor marca, mas si el premio consistiera en una legión de otros seres a los que poder someter, avasallar y coaccionar.
ResponderEliminarAl menos tendríamos algo de suerte si mas de uno sucumbiera en el intento y a los ganadores eso sí, los tendríamos mas fichados.
Buena entrada y merecida crítica.
Besos.
Besos
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