miércoles, 8 de agosto de 2018

Japón: Cuaderno De Viaje XVIII // Jimbocho El Barrio De Los Libros y Mucho Más



La tarde del tercer día se presentaba más que interesante. La verdad es que mi Amor sabía perfectamente dónde estábamos, pro a mí me cogió un poco despistado aparecer por Jimbocho (otro de nuestros barrios fetiche en Tokyo) justo en el lado opuesto a las ocasiones anteriores.

La entrada desde el puente Hijiri deja al lado una de las tiendas de discos donde he encontrado alguna joya en otros viajes, también de la cadena "Disk Union". Todos los géneros clásicos del Pop Rock se encuentran aquí, pero en esta ocasión la lista que llevaba no me ofreció ninguna mágica adquisición. Aún así, de nuevo fue un placer tomarme mi tiempo (mientras mi amor visitaba tiendas de artículos varios) mirando los ejemplares y acariciando sus portadas mientras escuchaba andanadas de buena Música. Eso sí, mientras me buscaban en el ordenador las referencias de la lista, me entusiasmé con libros sobre Música que eran auténticas reliquias; unas preciosidades de época.

Una pequeña plaza te dirige a otra tienda, en esta ocasión de un particular. Más segunda mano, menos cuidados, pero el encanto del olor a cartón era magia pura. Tras el saludo de rigor me entretuve en la sección de Soul y Blues, un poco de nostalgia escuchando a Otis y la despedida.

De nuevo juntos nos encaminamos a la calle donde cualquier músico se derretiría de gusto. Poco antes de llegar a la avenida principal en Jimbocho, en una calle un poco más estrecha, que alberga algunos edificios de la universidad de Tokyo, te encuentras una docena de tiendas de instrumentos musicales. Sobre todo están especializadas en guitarras, pero hay de todo. Las marcas más prestigiosas se agolpan tienda tras tienda en un espacio visual único, realmente precioso y emotivo. Casi siempre que hemos ido encuentras en alguna de las tiendas alguien tocando, y si no, la Música que suelen poner es realmente buena.

Pasear por Jimbocho es un abrazo a la literatura, porque es eso, las letras y los libros que la sustentan lo que da más sentido al barrio. La avenida principal y calles adyacentes son un continuo devenir de librerías, especialmente repletas con libros antiguos, viejos, de segunda mano... una maravillosa sensación que se va extendiendo cientos y cientos de metros a ambos lados de la calle. Todo el barrio en esta parte tiene pequeños postes con emblemas literarios, el libro y la pluma, y salvo los pequeños restaurantes que siempre se encuentran a tope, son las principales tiendas en este lugar.

Nos lo tomamos con calma, como cada vez que visitamos este barrio; es cierto que a pesar de los coches, la multitud y el ajetreo de una zona como ésta, los miles de libros en la calle dan una especie de calma dentro de la locura de una gran ciudad, y se nota cómo la gente cambia el sentido de esa locura cuando se detiene a mirar libros, cogerlos o entrar en las librerías para comprar.

Descubrimos algunas calles repletas de tiendas de artesanía, muchas piezas hechas a mano (que en Japón se cuidan de darle la importancia que tiene) con los artesanos realizando su trabajo delante de los clientes, y tras una breve charla encantadora con un señor que se nos acercó para hablar un poco en castellano, y que debió quedar muy contento con la experiencia porque nos regaló algunos caramelos, esta vez el descanso tras las horas de ajetreo fue para degustar un té en un Starbucks del barrio.

Vuelta hacia Shinjuku en el metro, en la línea que lleva su nombre, y un último paseo para acabar el día por el barrio rojo, más bien alrededores porque necesitábamos una maleta, y enfrentarnos a la noche del fin de semana en una ciudad donde decir mucha gente nunca se explica lo suficiente.

El tercer día me permitió de nuevo acariciar a mis amigos de vinilo (un poco menos, pero intenso) y disfrutar de una ciudad única una vez más)




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