Sé que no voy a perder
el contacto con Eduardo y Pablo, mientras ellos lo deseen no voy a ser tan
estúpido como para dejar que el viento y el tiempo cierren la puerta a una
relación tan maravillosa como entrañable y emotiva y que me ha supuesto conocer
a dos personajes increíbles de los que me siento orgulloso por haberme dejado
entrar en su mundo, pero la última visita a Discos Melocotón tuvo un cierto
regusto que mezcló la alegría con lo inevitable.
El doce de Abril del
año de Celebration Of The Lizard entré por última vez en el Templo de la Música
que tantos y tantos momentos memorables me ha proporcionado y curiosamente,
como si los hados lo hubiesen preparado Eduardo estaba en la puerta
encontrándome con un abrazo tan sincero como siempre. Fue un día como otros en
lo referente a la Música, con la compra de vinilos que serán parte indisoluble
de mi vida hasta… pues eso, y me regodeé disfrutando de cada rincón, cada foto,
cada detalle de esas paredes que han sido lo mejor de lo mejor de la venta de
discos y el conocimiento de la Música en este país de cabestros e ignorantes.
Palabras, emociones,
todo lo que iba surgiendo de la manera en la que siempre ha ocurrido, con la
naturalidad y el placer de charlar cuando se quiere y se desea, Música,
anécdotas relacionadas con los discos, los artistas, viajes y el futuro
aberrante que espera a todo esto dominado por los mafiosos de rigor, noticias
sobre famosillos de medio pelo y el visionado junto a Eduardo de un vídeo
increíble de la tienda del año 96 sobre el cual me iba indicando el cómo, por
qué, de qué manera era y estaba y por supuesto cada disco colgado en la pared y
su significado a día de hoy, originales y mitos de un mundo tan fascinante como
genial de la mano y la voz calmada, susurrante y delicada de un tipo tan genial
como ese mundo.
No limité lo que mi
piel iba deseando, entre los discos que Eduardo me daba, los recuerdos, las
preguntas y todo lo que hacía que el día fuese pasando hasta vernos tras la pausa
de la comida mi estómago recibía las andanadas del adiós a un lugar muy
especial que ha hecho que mi vida salte hacia delante de una manera gloriosa y
que la Música se arraigue en todo lo que me supone placer y felicidad. No me
limité porque me alegro y mucho por Eduardo y Pablo (éste ya alejado desde hace
algún tiempo pero en contacto permanente con este universo que nos une) porque
es hora de descansar y dejar que quien quiera dé lecciones o se las coma solo,
que hablar de Música sea un placer sentado con los amigos o la familia o como
quiera y no tras el mostrador, que la Música le empape fuera de todo lo que ya
es insostenible.
No me limité porque la
tristeza por no poder visitar más la tienda se me irá la primera vez que hable
con Eduardo tras el cierre sabiendo que está bien y que nos sentimos el uno al
otro, esa será la prueba de que Discos Melocotón y sus dos moradores de siempre
han sido mucho más, infinitamente más que entrar en un establecimiento a
comprar discos de vinilo, será la demostración de una relación tan sincera como
auténtica y eso no hay temazo con solo de guitarra de veinte minutos que lo
supere.
El doce de Abril del
año de Celebration Of The Lizard salí de nuevo de Discos Melocotón, por última
vez y para siempre, con mi cargamento de vinilos y una sonrisa de oreja a oreja
que me delataba (a pesar de que caía la del pulpo en forma de lluvia sobre la
Villa y Corte) porque se cerraba un ciclo maravilloso en mi vida pero
significaba el comienzo de otro que espero sea sublime y genial, ni más ni
menos que el valor humano de estos dos tipos que irán ligados a ese nombre que
ya es un mito, Discos Melocotón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario