Cuando uno sabe lo que quiere, normalmente es considerado un necio. Cuando no tiene ni idea de lo que desea, se trata de un genio, porque es la única manera de poder decirle qué, cómo y cuando.
Lo curioso del asunto es que nunca hay un por qué, ya que el necio no se entera y el que sabe no quiere creerlo.
Nunca he creído que los sonidos vinieran a mí, porque necesitaba saber el por qué de su amor. Siempre los he buscado y al final he podido creer en lo que quiero.
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