Desde el lugar donde lo prohibido comienza a tener sentido
Lo normal no es que yo escuche Música, sino que la Música me deje que la escuche. Será por eso que cuando mis dedos se atreven a acariciar el vinilo y sostener el cabezal para que la aguja le haga el amor y provoque que pueda percibir esas melodías que me emocionan, me siento un privilegiado y mi mente cree que aún todo es posible.
¿Magia? seguro. Viaje por el infinito galopando a lomos de las notas que se entremezclan y convierten el silencio en arte, también. No hay más que sentir lo que siento para que todo sea un paseo por los sueños, los míos y los que me transmiten quienes me han hecho ir más allá en este universo inacabable.
Porque en mi caso todo es uno, el dedo que acaricia el borde del disco, los segundos de la aguja sobre él, el chirriar que avisa del comienzo de la fascinación, y ésta que me envuelve y me hace suyo cuando me dejo llevar hasta donde ellos quieran.
El hechizo se provoca cada vez, cuando deseo escuchar un tema para arrancarme el alma, cuando necesito una obra entera que me hace viajar hasta ese instante donde fue creada, al hacer mía cada nota que no podría escribir pero que resbala por mi piel cuando los sentimientos me permiten ser.
No me resulta difícil escapar de mí mismo, ni del mundo, ni de lo hostil que se empeña en poseerme, simplemente me zambullo en ese mar de sonidos que sugieren, y puedo vivir dentro de mis sueños, a través de ellos, creándolos con esa amiga eterna que se niega (bendita ella) a abandonarme, Mi Música, Mi Esencia.
A pesar de todo, del tiempo y del espacio, por fin he conseguido tener esa piel dispuesta, esas entrañas que esperan, esas inmensidades de pensamiento que me hacen vibrar al son que ella quiere.
¡¡¡Explicar la Música es como explicar el silencio!!!

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