lunes, 6 de abril de 2020

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Paz es el diploma que te dan en el cementerio. Antes puedes licenciarte en lo que quieras, pero entregado a la lucha que provoca respirar, vivir, caminar entre los que quieren llegar hasta donde estás tú. Cuando la fría losa se pose sobre tu cabeza, nadie podrá arrebatarte lo conseguido, aunque tú no lo disfrutes.

No puedes complacer a todos, pero puedes complacerte a ti. Al final es lo que cuenta, cuando la escapada llega a su término, cuando no encuentras ningún lugar adonde ir, mirarte y saber que al menos te queda lo que llevas en tu alma, por todo equipaje.

Cuando el placer de tus sentidos esté en lo máximo, cuando nadie entienda lo que haces, cuando sepas sólo tú por qué respiras, sabrás que estuviste por algo, y la masa de mediocres podrá gritar, podrá escupirte, pero no podrá llegarte.

En algún lugar del paraíso dejé mis sueños. Nunca me acordé de recogerlos, ni tan siquiera imaginé que los necesitara. Me dejé inundar por el mundo, y me ahogué entre negras sombras y pesadillas, por eso no tenían cabida las ilusiones y los destellos de imaginación que mi mente creaba. 

Cuando te haces hombre o mujer, y se disipa la inocencia de tus ojos, la brutal realidad te hace suyo, y la vida adquiere un sentido que no te enseñan en los libros, ni en las eternas horas de educación adquirida.



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