sábado, 9 de junio de 2018

Japón: Cuaderno De Viaje III // Hiroshima, La Música Del Silencio


Hoy en día, y desde hace décadas, Hiroshima es una ciudad moderna, perfectamente estructurada y con más de un millón doscientos mil habitantes sin contar toda el área metropolitana que por aquellos lugares suele aumentar bastante según qué ciudades.

No es una ciudad al uso, porque a pesar de ser moderna y con todo lo que corresponde a una urbe japonesa, tiene ese halo de misticismo que le da el saberse para la eternidad uno de los puntos donde la barbarie humana llegó a su cenit.

El área dedicada al recuerdo de lo que supuso el desastre de la segunda guerra mundial y la caída de la bomba atómica es en sí misma una zona que se aparta de la ciudad, realmente creo que se aparta del mundo. Todo el parque y lo que en él puede verse, dedicado a este momento de aberración de la mente humana, es un monumento al silencio, a la Música que desprende la muerte y los recuerdos de la nada, a esa sensación lúgubre de lo que nunca va más allá de la memoria porque no se quiere olvidar y al mismo tiempo no de debería recordar.

La Música de este lugar es el silencio, roto en ocasiones por el sonido de la campana de la paz, que cualquiera puede tocar para (no sé muy bien si de manera efectiva o simplemente porque el ser humano aún no se reconoce) que no vuelva a ocurrir esa barbarie que pisas cuando estás allí. El silencio es Música porque tus sentidos buscan esa parte de lo que asumen cuando nada les rodea, y en Hiroshima, en ese lugar, parte de lo que me lleva hasta el éxtasis más absoluto, los sonidos y su significado, se empeñaban en rodearme sin poder expresarse, porque allí todo se expresa en la hecatombe.

La llegada al país del sol naciente una vez aposentadas las maletas y pisado el suelo ajeno a estaciones de trenes y aeropuertos, fue un recorrido por lo opuesto a lo que buscaba en este viaje, pero no me dejó indiferente, porque en muchas ocasiones, cuando la Música calla, es esa sensación la que me queda, la nada más absoluta, el sentimiento de no poder sentir lo que ella me da, lo que posiblemente ocurrió tras el estallido de la muerte, ese silencio que lo abarca todo y que se convierte en la Música innecesaria que nunca se debería escuchar.




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