Me veo entrando en el colegio, casi adolescente y loca por apurar el mundo y ponérmelo por montera, hasta que el mundo me engulló atropellándome como un autobús sin conductor desatado en la carretera del destino, convirtiendo en blanco y negro todo lo que ocurría a mi alrededor.
A partir de aquí el blanco y negro se transforma en un color que aúna todos los sonidos que mi alma puede recibir. Sonidos que son parte de mi conciencia, de mi mente, mi cuerpo y lo que soy cuando me dejo embaucar por todo lo que ella me da. Las imágenes crueles y sin sentido ya no ocupan el espacio, ahora cada nota del pentagrama escapa del papel para hacerme suya.
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