Vamos a retomar una sección que por lo que es siempre me apetece volver a ella, porque así podemos pensar que en el presente hay gente viva.
Kikagaku Moyo (Kikagaku Moyo) 2013
Cuando te enfrentas a otra cultura, sea cual sea el tipo de arte con el que te lances, los sentidos pueden sufrir una maravillosa sensación de ingravidez por lo desconocido, y a la vez la sensación de que el talento y la calidad pueden ser uno sean de donde sean.
En el caso del que suscribe, la Música es la expresión del intelecto que más me ocupa por razones demasiado obvias, y es en ella donde dejo que mis sentidos se hagan libres sea cual sea el origen de lo que me llega cuando el talento mencionado (y mis gustos, obviamente) se presenta sin límites.
Japón tiene la habilidad de fascinarme por la capacidad de libertad con la que aún expresan cosas que para muchos son retos, y si ya en décadas pasadas rompieron moldes y sellaron momentos mágicos a partir de genios o por ellos mismos, en el siglo XXI continúan haciendo que todo parezca posible.
Kikagaku Moyo, artista japonés de miras infinitas y libre de barreras creativas cuando compone, nos deja esta perla de ideario existencial al margen de lo escrito, desde la primera nota hasta el final de una aventura que no necesita clasificarse porque engloba lo que le da la gana.
Comenzar con una acústica que se hace íntima y de pronto te rompe en dos en el primer tema "Can You Imagine Nothing?" con las letras en castellano apenas audibles, ya es para tomárselo muy en serio, porque el sentido de la estética que Moyo propone en lo musical, traspasa lo meramente auditivo para llegarte desde la propia presentación del álbum.
Desgarrador momento en "Zo No Senaka" donde todo se transforma en guitarras ácidas, asesinas de sí mismas y sentidos envalentonados para escucharlas, doblándose y haciendo doblar la rodilla de lo fácil, ajenas de nuevo a esa voz femenina que en castellano recita y clama una letanía de redención amorosa.
Y es que todo en el disco es sorprendente, coral e independiente por igual, un pedazo de cada cosa que se unen para formar una obra absolutamente sublime, arpegios de guitarras y sitar unidos en la dulzura, rompedoras memorias de ángeles caídos y ritmos de baterías que se pierden a lo lejos para que no pienses que están, aunque sin ellos...
El artista nos deja una obra que pasa por la palabra belleza y termina en lo que la mente de quien escucha quiere, porque te puedes dejar arrebatar el alma con trallazos de fuego o levitar hacia las estrellas escuchando el susurro primario que se convierte en génesis del caos, como en la increíble "Three Smoke".
Disco para sentir, dejarse hacer, hacer con él o desaparecer dentro o hacia donde no se encuentre, porque sobrevivir a la magia, aunque sea terminando la cara B con dos emociones superlativas como "Lazy Stoned Monk" y "Dawn", es merecer la pena el regalo que le damos a nuestros sentidos.
"Kikagaku Moyo", otra demostración de que los límites no existen, sólo se crean si uno deja que sea así.
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