Al volver me lo encontré en la misma posición. Parecía que el tiempo no
hubiera pasado, y quizás en su mente había sido así, por una necesidad o por
una extensión de su propio deseo hacia lo que se avecinaba. Impasible, con la
mirada serena hacia los viejos gráficos de anatomía, una media sonrisa
socarrona y la espera de la frase ocurrente.
Cerré la puerta tras de
mí y busqué su mirada; siempre me gustaron sus ojos y lo que representaban, esa
mirada directa, hacia los tuyos, sin esconder lo que realmente quería decir,
desafiante a veces, dulce en ocasiones, de puro fuego en otras, nunca te
defraudaba, si te clavaba sus ojos sabías que algo iba a pasar, por eso ahora
necesitaba mirarle de esa manera, porque algo pasaría, y quería saber su
reacción como siempre, de manera sincera, entre dos personas que ya se habían
dicho todo lo que se tenían que decir, quizás demasiadas veces, o quizás…
Nunca supe realmente el
motivo de su último adiós, sé que deseaba verme, era mi amigo por encima de
todo y yo su espacio entre la nada y el mundo, pero había algo que ocultó a
conciencia, algo que quiso que yo descubriera a través de nuestros recuerdos,
quizás por eso me encontraba andando sin rumbo fijo a través de las calles de
una ciudad donde fuimos y morimos, volvimos a nacer y a crecer, acompañado de
su esencia con esa media sonrisa que se había instalado en mi cara a medida que
los recuerdos me asaltaban como disparos directos al alma.
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