Miré la
casa, la madera me pareció más renegrida que nunca. Las paredes las sostenían
la soledad de la noche, aferradas a un algo que podía abandonarlas en cualquier
momento, la pobreza era tan patente que la casa parecía producto de la ilusión,
pero ¿por qué juzgaba aquella pobreza? acaso conocía algo distinto, todos los
sitios por donde había pasado eran iguales o peores.
Ya que no esperaba ni
buscaba nada me marché indiferente. Observé la chimenea, la brisa débil lanzaba
al aire pequeños cólicos de la muerte en las afueras, era un olor insoportable comparado
con la fragancia de las montañas.
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