Llora guitarra, llora por la
desesperación de no volver a romper el silencio manejada por las manos de un
artista único, elegido por dioses, único, llevado a la perdición por su forma
de entender el rasgar de seis cuerdas de acero, pleno de alcohol, lleno de vida
creativa cuando acariciaba a su compañera.
Roy Buchanan, alma de negro, manos
blancas destrozando tímpanos de insolentes músicos que no llegan más allá de...
huido de la fama, de la fortuna, pero sobre todo huyendo de él mismo, de su
propia tristeza, de su propia forma de entender la Música como vínculo entre un
instrumento que es prolongación de un cuerpo, de un corazón, de un espíritu.
Llegaste tarde al universo de los
que queremos gloria además de Música, y te fuiste pronto rodeado de una nube
de cerveza y entonando por última vez el “Sweet
Dreams”, ese lamento de despedida de conciertos infinitos, astrales; nadie
como tú para acariciar las seis cuerdas, para arrancarlas en
el éxtasis de un punteo sin final, para unirlas en una sola cuando tus manos
las llevaban a lugares inverosímiles sobre la madera que las sostenía, nadie
como tú para calentarnos con sonidos de alto voltaje (“Hot Cha”) con historias de dioses (“The messiah will come again”) con versiones inacabables de temas
históricos, histriónicos... (“Down by the
river”) con tus directos demoledores donde los sentidos llegan a los
límites de lo permitido y la carne se eriza cuando el acero la desgarra.
Dulces sueños, querida guitarra,
duerme plácidamente los siglos venideros porque ya nadie sacará los agudos de
tu traste, nadie te acariciará ni te hará el amor en un escenario en el
lejano oriente, calma tus ansias de gritar recordando lo que diste, lo que
salió de tu alma cuando te tocaban, lo que desprendiste cuando un genio te usó,
te amó, te quiso, más aún de lo que nunca se quiso él. Cuando la Música no
conocía de colores, cuando las bandas de Músicos se confundían con el humo y el
calor de los locales, cuando el blanco y el negro arrancaban un Blues descarnado del alma, allí estaba Roy Buchanan, y allí estará mientras
los hombres de las montañas escondidos en el anonimato sigan creando Música y enseñando a monstruos como él.
Roy Buchanan sabía llegar al corazón con su guitarra y eso es algo que nadie podrá quitarle.
ResponderEliminarAcariciaba las cuerdas hasta sacarles suspiros de pasión como pocos saben hacerlo mientras las miraba con esa ternura de quien ama sin límites.
Maravilloso.
Mágico, sublime... Roy
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