Sentada en un rincón de la habitación, dormitas mientras tu cuerpo relajado intenta
vencer al sueño. Me esperas, hace tiempo que debí llegar hasta tu regazo, pero
el inexorable cúmulo de evidencias impidieron amarnos aquella vez.
Hoy
estoy aquí, y en silencio descalzo mis pies para acercarme a ti como el
depredador a su presa, aunque en esta ocasión la presa sea el portador del
cariño y la pasión que espero obtener. El libro que apenas puede ser sostenido
por los dedos es retirado suavemente, y un gesto sobre tus labios y tus ojos te
invitan a seguir así, soñando, esperando, imaginando...
Llega
el primer beso, dulce, sensual, deseoso, y comienzo a recorrer con mis manos
ese rostro sereno y tranquilo que me vuelve loco. Quizás, esta jornada, sea tan
particular como excitante, así lo espero.
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