Vi el
cielo en tus ojos a pesar de la negra noche, ese instante mágico que sólo tú y
yo sabemos, cuando tomaste mi mano y ascendimos a la gloria, dos seres que
habían tocado fondo con sus corazones, pero ese momento era nuestro, sólo
nuestro, y nuestras almas clamaron al viento eternas palabras de promesas
incumplidas.
No nos
importó haber caído una y mil veces, en ese momento estábamos allí, asidos de
la mano, a través de nuestros corazones, como un sólo cuerpo pensando en la
nada, sólo necesitaba mirar tus ojos para saber qué es lo que deseabas, esos
ojos de negro azabache que siempre brillaban, a pesar de la oscuridad que nos
cubría, a pesar de los malos presagios, a pesar, mi amor, de haber visto estar
más allá de lo que nadie quiere ver.
Esa
fue nuestra noche, horas eternas para dos seres que no tenían nada que perder,
una sola espera más para alcanzar el universo, lejos de todo lo que nos había
dañado, ajenos al paso del tiempo, por fin, por una vez, siendo felices con
alguien que comprendía nuestros sueños rotos, tomando los pedazos para unirlos
de nuevo a nuestro vientre.
Más
allá de la profundidad del adiós, cuando sepa dónde llegaré amando un sueño,
sentiré tu mano acariciar la mía mientras me arrebatas el aliento con esa
mirada que era todo para mí, aún la siento, en el momento del adiós, en las
sombras de la oscura calle, en los sonidos que nunca quise escuchar, en mi
pecho que suspira por tenerte...
Viviendo
en ese lugar que será tuyo para siempre.
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