El suave susurro de la
brisa que nos acompañaba hacía que el paseo a lo largo del río se convirtiera
en un placer para los sentidos, aspirando tu olor, sintiendo tu mano
entrelazada con la mía, tu cabeza sobre mi hombro dejándote ir. El tiempo,
nuestro pertinaz enemigo, volvía a señalar el final de una jornada a través de
las inexorables manecillas del reloj que mirabas con insistencia, pero ese
momento mágico, único, surgido de la necesidad de dos almas solitarias no podía
y debía ser roto, y no estaba por la labor de volver a encontrarme con el aire
entre mis brazos tras el último beso a escondidas.
Mientras besaba tus
labios deslicé mis manos hacia tus piernas, y con una sutil maniobra el reloj
cayó de tu muñeca y lo guardé en mi bolsillo; ahora seríamos uno para el otro,
sin prisas, sin momentos después de, sin nada ni nadie en el universo que nos
arrebatara el momento que era, simplemente, nuestro.
Seguimos caminando a lo
largo del río, bajando hasta la orilla, donde el rumor del agua nos acompañaba
como la música de una banda sonora de la película de nuestras vidas, agarrados
a nuestros sueños y sin otra cosa en nuestras almas que la imagen del otro
haciéndonos suyo, caminando, caminando, caminando…
El puente que tantas
veces nos escondió del mundo ahora parecía el lugar idóneo para que el mundo
supiera de nuestra pasión, y bajo la solitaria luz de una vieja farola
comenzamos el ritual de dos amantes entregados, besándonos sin descanso, sin
buscar el aire que nos permitiera seguir, porque el aire venía de las entrañas
del otro, el aliento que nos daba vida en noches de soledad, el mismo que ahora
nos penetraba y hacía que nuestros cuerpos vibraran al sentirnos, abrazarnos,
con la piel entregada y el corazón latiendo al unísono.
Miradas perdidas y alguna
lágrima escapando por la mejilla cuando la felicidad es todo lo que existe en
ese instante, en ese lugar, en ese espacio que nadie puede violentar.
El suave
susurro de la brisa que nos acompañaba hacía que el paseo a lo largo del río se
convirtiera en un placer para los sentidos, aspirando tu olor, sintiendo tu
mano entrelazada con la mía, tu cabeza sobre mi hombro dejándote ir.
Bajo el puente, junto al rio, con las manos entrelazadas y sintiendose mutuamente... Seguro que fue un paseo inolvidable.
ResponderEliminarEs bonito tener esos recuerdos y maravilloso el hecho de que los compartas.
Pasa un buen dia.
Un beso.
Un paseo por los sueños, aunque a veces los sueños se hacen realidad.
EliminarBesos