Más vale tarde... que no hacerlo.
Quizás, sólo quizás con la forma de vida que me lleva en la actualidad, esta entrada se debería haber hecho antes, pero como esto va para los cuatro de rigor y el resto ni se cosca, nos marcamos un margen de veintitrés días según el calendario que llevamos en este país y adelante con ello.
Afortunadamente los cuarenta y cinco minutos de tortura de la banda que ejercía de teloneros pasaron en poco más de tres cuartos de hora, y a pesar de los incondicionales que lloraban su final, para mí fue un alivio saber que desde ese instante sólo se iba a disfrutar en el escenario del grupo que iba a ver, los alemanes Kadavar.
Tomaron las tablas y desde el principio todo se dirigió a un Hard Psycho potente, poderoso y con las entrañas del siglo XXI quemándote, pero eso es lo que buscaba y me lo dieron. Es cierto que su Rock se ha hecho más violento con los años, más hacia las tendencias que ahora marcan la pauta de un sector que busca el machaque perenne en lugar de la melodía, pero las viejas canciones están ahí y lo más que pueden hacer es darle un plus de velocidad, no entenderlas como algo que no puede seguirse.
La inmensa presencia del Power Trío te atrae desde el principio, y su Música engancha a través de lo que tus ojos (por descontado tus oídos y tu corazón) ven, porque visualmente han logrado que todo sea parte del show, y se agradece. No soy mucho de imágenes, me gusta la Música y punto, pero si como es el caso Kadavar me da un punto y seguido, bienvenido sea.
El tipo de las luces y el sonido ejerce de cuarto miembro del grupo y creo que sería un error no verlo así, porque en directo la banda son lo que hacen y además lo que hacen ver y sonar.
Quizás (la mierda de lo puro y lo purista) me sobraron algunos excesos con los pedales de Lupus en los primeros temas, porque vaciaba en ellos algo que me encanta, su voz y su manera de cantar (o mejor dicho recitar) las estrofas de esos temas que son puro fuego, pero en cuanto se dedicó a tomar al toro por los cuernos, su preciosa guitarra SG nos envió al infinito con sus cuerdas echando gloria.
A día de hoy Kadavar es una máquina perfecta, en directo no tienen fisuras y su poder es tremendo, por eso los temas que ahora tratan con más violencia no desmerecen en absoluto, pero de lo que no cabe la menor duda es que los dos primeros discos y lo que llevan dentro son de una calidad que no han superado, por eso cada tema de esta época es una cascada de placer sensorial en clave de Hard Psycho pasado por el tamiz de lo que ahora (algunos, obviamente) gusta escuchar.
Un concierto tremendo, brutal, para levantar astillas de donde el agua corre plácida, con Lupus Lindemann ejerciendo de maestro de ceremonias y sus dos compañeros haciendo las veces de sacerdotes paganos invocando al más allá.
Visualmente quien se lleva la palma es Tiger Bartelt, que desde sus cinco metros y pico de altura y sus enormes brazos aplica un tratamiento de shock a la batería para dejarnos las tripas (y el culo, o al menos a mí) como un guiñapo. Bestial en su seguimiento de los ritmos y salvaje en los muchos momentos que decidía salirse de la línea para ir marcando su propio camino en las jams eternas que el grupo se marca.
Una mención aparte se merece para mí Simon Bouteloup, que parecer, parece que no está (aunque es difícil de ignorar con sus otros cinco metros y pico y la envergadura de un albatros) pero que con su bajo hace la labor perfecta para que el círculo se cierre y todo encaje a la perfección; tremendo y salvaje también, buscaba ese segundo plano que la Música no le dejaba, porque su sonido con las cuatro cuerdas le hacía tan protagonista como al resto.
La voz de Lupus es algo excepcional; su tono no corresponde a lo que hacen, pero sin embargo provoca una textura que emerge de donde no hay nada para convertirse en el cuarto instrumento imprescindible cuando canta, y eso en una idea como la de Kadavar, donde lo infinito es el límite, no es nada fácil.
Cuatro temas de su primer disco y un par más de su segundo y precioso trabajo coparon la mayoría del show, lo mejor con diferencia porque son temas excelsos, y hubo un momento de memoria Krautrock que no puedo dejar de comentar porque en lo que ellos entregan es algo de agradecer.
Dos de sus temas recrearon la atmósfera única del Space Rock que tan maravillosos creadores han dado en el país teutón, con Lupus ejerciendo de iluminado gurú de las galaxias a través de sus pedales, efectos y un theremin apenas perceptible que se acopló de manera mágica a sus manos, su guitarra y a él mismo (la burrada de "Purple Sage" para desaparecer...)
Fantásticos minutos de una Música eterna que por esos lares han hecho parte de los sueños, y que en esas piezas Kadavar engrandeció desde un estilo ajeno (en apariencia, por supuesto) demostrando, una vez más, que la Música de calidad no sabe de nada que no sea eso, la calidad.
Elevados sobre el suelo de la sala Santana 27, con un sonido que salvo algún momento puntual dejó en entredicho la mala fama de los conciertos de este país, las luces épicas y de un gusto exquisito acopladas a cada nota, cada espasmo, cada impulso del Rock de Kadavar, la noche se fue con un par de bises y la sensación de que hay algunos que pueden porque saben, quieren y no se dejan engañar.
Como dice mi querido Pedro "Ya va siendo hora de pensar en el Rock", y que siga mientras podamos disfrutarlo en momentos como este, con una banda de Rock que rezuma ansia por esa Música en cada nota.
A mi Amor, y a Mª Paz, porque si hablamos de impulsos, la magia de este momento me resulta impensable sin ver sus caras disfrutando de lo que nos llegaba.
A través de tus palabras "he visto"de nuevo la magia, me han llegado otra vez los sonidos inmensos de unas cuerdas vibrando feroces, y unos brazos alargando baquetas hasta el infinito.
ResponderEliminarEspectaculares hasta dejarnos sin palabras.
Un placer haber compartido tantas emociones.
Besos.
El placer, como siempre, es sentir que uno no se encuentra solo cuando el alma escapa del cuerpo al son de las notas que te golpean.
ResponderEliminarBesos