Ser descarado tiene su cosa, pero cuando sientes que algo es parte de ti mismo de manera absoluta y sin dudas existenciales que valgan, esa cosa yo no es que tenga, además se convierte en algo que es.
Días de excesos y deseos por cumplir, momentos de intrigado mecanismo mental para superar lo que no se puede hacer debiendo hacerlo, cuando la lúgubre idea de la costumbre obliga sin remedio a los momentos de los que se huye durante días de ajena dependencia.
Será que lo que tanto se dice no es una mentira sino la pura realidad, será que la edad pasa factura en lo que no es tan bueno y ayuda en lo que es porque nos va haciendo ser más videntes (para apreciar la mediocridad llovida de la nada) pero esos mismos tiempos pasados que a veces no son si no sombras de recuerdos que se pretenden traer hacia el presente hacen que lo que es porque se tiene en las entrañas no se venda, ni se cambie, ni se postule porque no es negociable.
La Música entró, se quedó y decidió no abandonarme nunca, y eso es tan inmenso que no puedo pensar de otra manera, por eso las cuestiones que cuestionan lo que no es cuestionable cuando no quiero que se cuestione porque me da igual lo que quieran cuestionar si lo hacen esos personajillos que siguen pensando en tener la batuta que maneja los instantes que por fin (para ellos) llegan, esos momentos de inspiración divina que les llena ante un público entregado porque levantarse de una mesa queda mal, se ve peor y ofende a quienes no lo provocan, y que en ellos es el monólogo ensayado durante meses de espera aburrida y gris.
La Música, la que me llena, en la que creo y la que me lleva sigue en mí porque los sonidos decidieron amarme como yo les amo a ellos, porque se empeñan en empapar los sentidos de este juglar loco y descabellado que aspira la dulce brisa de la melancolía o el violento despertar de los seres inexistentes a través de notas entrelazadas convertidas en mensajeras de la pasión y la vida.
Notas que no puedo diluir en la jungla de palabrería barata en la que se convierte el salón de una casa empapado de alcohol, viandas y buenas intenciones, melodías que se escapan por encima de todo lo que no siento ni creo llegando hasta donde mi alma espera, ajeno (como ellas) a todo lo que no sea el placer inspirador de una magia convertida en parte de mis sueños.
Este espacio que es porque la Música, Mi Música, la que amo y en la que creo, lo hace real más allá de donde voy cuando la escucho, es el andén de la última estación en una vida que encontró el tren que nunca se detiene mientras suenen las notas ligeras de equipaje y cargadas de sueños, deseos y pensamientos que nadie puede alcanzar, ni los que se empeñan en dedicarme palabras de amables consejos para hacerme ver que estar equivocado se puede arreglar, que estar loco si asientes a sus desmanes e idearios no es tan malo y que morir ajeno a lo que no es debe persuadirte para no alcanzar la vida eterna.
La Eternidad y un día me fue dada en la habitación de un viejo caserón abandonado, al amparo de la noche, con el cielo abierto sobre mi cabeza mientras sonaba una melodía, el arrullo de unas notas que me hicieron ser para toda la vida.
"Paseando Por Los Sueños" surge de ese lugar que mi memoria se niega a olvidar, y cuando los sueños cuestan una vida, abandonarlos no depende de quien desea que tu camino se convierta en lo que nunca debe ser.
Esta claro que has encontrado un mundo donde el tiempo se detiene con cada melodía y las emociones te arropan pase lo que pase.
ResponderEliminarUn buen lugar, sin duda.
Besos.
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