Por favor, yo: pequeñas anécdotas sobre la mala traducción de los discos argentinos
Antes, todos los títulos eran castellanizados con un criterio dudoso
En
agosto de 1963, llegó a las disquerías porteñas un simple de Los Grillos
editado por la filial local de EMI con los tracks "Para ti" y
"Gracias nena", que no vendió casi nada. Unos meses después, EMI
editó otro single de Los Grillos, con las canciones "Amame" y
"Por favor yo", pero las cosas ya habían cambiado: la fiebre ya había
empezado a levantar temperatura. Los Grillos eran Los Beatles y esos dos
tracks, eran "Love Me Do" y "Please Please Me". En EMI no
sólo habían obviado una traducción cercana para la nueva banda inglesa sino que
habían abusado de una imaginación afiebrada y, sobre esa base de malas
traducciones y la necesidad de adaptar al castellano sin siquiera considerar el
sentido original de un título, surgió una auténtica saga del espanto que llegó
hasta la década del 80 e incluye tantos desaciertos como jugadas de autocensura
en tiempos de dictadura y traducciones desopilantes que convirtieron a muchos
vinilos en piezas valiosísimas dentro del mercado del coleccionismo.
"A principios de la década del 60
existía la cultura de minimizar las letras y a los grupos nuevos como The
Beatles. Mucha gente suponía que todo esto respondía a una moda pasajera",
explica Daniel Lewi, uno de los autores de A, B, C, D, Paul, John, George y
Ringo, un libro que repasa con
minuciosidad quirúrgica las primeras ediciones nacionales de todos los discos
de los Fab Four. "En la investigación no me queda claro si la gente que
traducía era porque no sabía inglés o por una extraña razón inventaba
nombres." El ejemplo clásico de una traducción infame es
"Please Please Me", que aquí adquirió un nuevo sentido a través de
"Por favor, yo", perdiendo el filo sexual del juego de palabras de
Lennon.
Por
esos días, Ben Molar era la figura clave en materia de difusión de la música
popular argentina y responsable de lanzar al mercado nombres como los de
Mercedes Sosa, Palito Ortega o las Trillizas de Oro, entre muchos otros. Molar,
que en realidad se llama Moisés SmolarchikBrenner y tiene 99 años, también
abusó de las adaptaciones y traducciones ligeras desde su trabajo en diferentes
sellos discográficos: Little Richard, por ejemplo, fue rebautizado Ricardito y
TheWho fueron editados bajo el nombre Los Búhos. "En realidad no era que
traducía mal, él adaptaba la canción para que luego la interpretara alguno de
las voces del Club del Clan", explica Lewi. "Blackbird" fue de
las más terribles: en castellano sería "Mirlo", pero acá se editó con
el título "Míralo".
Alfredo Rosso, pionero del periodismo de
rock en Argentina y melómano consumado, a mediados de los 70 trabajó en el
sello Music Hall y desde diferentes puestos conoció la cocina de las
traducciones surrealistas y más de una vez vivió de cerca los efectos de la
censura. "Era muy común que los discos en los 60 salieran con un comentario,
como sucedía con los primeros álbumes de Los Beatles y Los Rolling Stones. Eso
lo hacía un traductor, pero cuando se dejó de realizar ese trabajo nadie iba a
molestar a un profesional para que le tradujera diez títulos de canciones,
entonces comenzaron a hacerlo los propios encargados del departamento
internacional ayudados de un diccionario. Ahí empezaron los problemas",
explica Rosso. "Hay traducciones como Mean Business del grupo TheFirm, la banda que
formaron Paul Rodgers y Jimmy Page de mediados de los 80. «Mean» quiere decir
«malvado» en una de sus acepciones y la canción podía traducirse como «Un
negocio sucio» o «Un negocio malvado», pero ellos lo tradujeron «Significa
negocio». Terrible."
De la
simple inexactitud de una traducción a los terribles niveles de censura y
autocensura que vivió la industria del disco durante la última dictadura
militar, hubo momentos en los que se llegó al disparate. "Hot Legs",
una canción clásica de Rod Stewart desde 1977, aquí pasó a llamarse
"Piernas sugestivas". "Al día de hoy, es tan absurdo que no lo
podes creer. Ya me gustaría encontrar, deben ser muy viejitos estos tipos, pero
habría que decirles «Discúlpeme, pero usted, además de ser cruel ¿cómo podía
ser tan pelotudo?»", dice Rosso.
A
partir de 1976, comenzó a regir una especie de abecedario de palabras
prohibidas promovido por una comisión de censura previa del gobierno de facto,
entre las que figuraban por ejemplo "aguja" y "cocaína".
"Por eso cuando salió «Needles And Pins», un cover que interpretaban los
Ramones aquí no se le pudo poner «Agujas y alfileres», que es el título
original, además la letra dice que cuando el flaco ve a la chica siente que se
le clavan agujas y alfileres. Hubo que ponerles «Espinas y alfileres».
¡Increíble!"
La lista es interminable:
"Cocaine", por ejemplo, en la versión de Eric Clapton sufrió una
serie de mutaciones hasta que finalmente desapareció de la edición nacional de
Slowhand ("le pusieron como si fuera en fonética "Kokein" con
doble k, a ver si pasaba y no pasó, por supuesto, lo sacaron"). Y en 1978,
mientras el proceso celebraba el Mundial en Argentina con "We Are The
Champions" como banda de sonido de los festejos, prohibía del mismo disco
de Queen (News
of TheWorld) una la
canción "Lay Down MakeLove", censurada por su alto contenido erótico.
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