Puestos
a decir, que no suelo decir casi nada, resultaría interesante, también por
supuesto, saber el por qué de esa natural aversión entre las mujeres, en temas
más o menos peliagudos, como el tener a un hombre, el tener diarreas mentales,
en verse como competencia desleal salvaje y extrema. Y es que no hay como mirar
a los ojos de una mujer cuando le estás (o le están, o se está) presentando a
otra persona del mismo sexo (lo de los gustos sexuales ya es otra cosa) para
comprobar que ese escáner que tienen el cerebro se pone a funcionar de forma
precisa, escudriñando cada centímetro del cuerpo de su oponente, cada rincón
oculto que un hombre, por mucho que se afane, nunca llega a ver.
Será
que ellas saben hasta dónde llegan, nada menos, y es por eso que el temor de
que lleguen también, nada menos, les debe poner a la defensiva, porque al lugar
donde van debe ser muy difícil que puedan ocuparlo dos personas, por mucho que
se aprieten. Lo mejor del caso, es que pueden llegar a ser confidentes en casi
todo, salvo en lo que atañe a una de otra, porque si hay que subir peldaños, ya
sean físicos, emocionales, o de cualquier otra índole, un hombre no es, ni de
lejos, rival en manos de una mente privilegiada como la de una mujer, sin
embargo, cuando de dos mentes preclaras se trata, el tronar de cañones es
ensordecedor.
Lo
curioso es que no hay sensación más agradable para un hombre (según pesquisas,
estudios, y miles de vídeos hard) que dos mujeres amándose, acariciándose,
besándose, haciendo el amor en cualquiera de sus millones de formas, pero
reconozco que resulta difícil separar la imagen de dos seres sensuales, excitantes,
maravillosos, en pleno acto de intercambio de fluidos (aunque deba usarse la
imaginación para el tema de olores, chasquidos y sonidos de flujos varios) con
la imagen de las dos mismas personas (mujeres) intentando destrozarse por un
quítame allá esas pajas (que en este caso no tiene connotaciones sexuales sino
de intereses personales, afectivos, emocionales, económicos…). Yo no sé que
pasaría en una situación en la que en pleno acto de amor una le recuerda a la
otra que las mechas del cabello no van con el color de su pubis, o que los ojos
pintados la desfavorecen en contraste con el rosado de su culo, o que las uñas
a medio cortar no son agradables si están entrando en… porque puestos a no
poder entrar (y ya no querer) en la mente femenina, me resulta difícil que
quieran cortar el momento supremo del orgasmo, pero si se les cruza la última
conversación de ambas e pleno éxtasis… no sé, será que nosotros somos más
simples y que no usamos el cerebro para el sexo (o eso dicen ellas).
Yo
no es que vaya muy sobrado de imaginación, pero he conocido a mujeres
maravillosas que se transformaban estando con otra mujer, que eran capaces de
emitir esa sensación única de pasión, de amor, de sensualidad hacia quien
estaban “despellejando” viva, y era mutuo, no cabía más antagonismo en menos
espacio (el que les diera sus cuerpos) porque como el cruce de intereses se
pasara un milímetro de esa línea imaginaria que ellas trazan, el orgasmo
(visual) se convertía en sesión sado-maso (visual) cayera quien cayera.
Es curioso, de todas formas, que no hay mujer sin
su confidente femenina, sin esa amiga del alma que todo lo sabe de ella (eso
venden pero es mentira) sin embargo cualquier mujer que sea honesta con ella
misma te dirá que se fía más de un hombre, que con él puede llegar a una
amistad más sincera que con una mujer. Pero es que es evidente, somos más
simples, nos manejan, nos dicen lo que quieren y a nosotros nos sacan lo que
quieren (sin connotaciones sexuales y con ellas) y siguen con esa parcela
exclusivamente suya que sólo ellas y la divinidad suprema conocen. Eso sí, si
tienen la suerte de conocer a algún hombre homosexual, se jactan de poder
hablar también de trapitos (lo que no saben es que yo leo revistas de moda).
Me encanta la disección que has hecbo del comportamiento femenino, es mordaz y divertida. Tengo que reconocer que estoy de acuerdo en muchas cosas pero, corazón, leído todo seguido da la sensación de que seamos monstruos ávidos de sangre (yotros fluídos) masculinos.
ResponderEliminarPor cierto, yo me encuentro muy bien compartiendo cosas con mi amigos hombres, y en ningún momento pienso que seais simples. Si no, no me gustaríais tanto.
Un beso casto, puro y sin segundas intenciones. Y un abrazo de oso.
La simpleza la provoca la mente que no se atreve a conocer lo que hay en los otros. He de decir que no se me trata nada mal como hombre desde el espectro femenino, al menos en lo intelectual (de intelecto) pero siguen existiendo esas miradas de... "quizás no llegue" aún entre mis Amigas.
EliminarBesos,
Es lo que pasa cuando entra en juego ese sentido extrasensorial de la mujer, pero también hay que tenerlo para saberlo apreciar y exponerlo, como tu lo has hecho en esta reflexión.
ResponderEliminarTe felicito.
Besos, para y por tu "persona-lidad".
Gracias, se lo comunicaré a mi Persona-lidad allá donde esté.
EliminarBesos