Creí en un mundo donde los sonidos despertaban las mentes, los juglares cantaban odas que hacían soñar y los pueblos bailaban al son de la Música infinita.
Dormitaba mecido por los cánticos, acunado entre las olas de composiciones ajenas a la huida de la verdad desnuda.
Desperté, al fin, y vi el caos entre las brumas de la oscuridad de los hombres, asonante rechinar de dientes sin sentido, negros presagios de un futuro que a todos nos engulle.
No hay comentarios:
Publicar un comentario