No puedo disponer de mi vida como deseo, no quiero hacer lo que está dictado y sin embargo, simplemente respirar ya me cuesta el tributo de ser humano, de llevar el estigma de ser racional; están diseñadas las palabras que hay que decir, los caminos que se deben recorrer.
Han muerto los libres pensadores, por eso no quiero pensar, al menos como
me indican que piense, guardo en silencio lo que siento, y sigo sintiendo
porque eso no me está vedado, es un deseo de mi mente, la contradicción de los
que hacen que el ser racional no razone, pero no pueden evitar que vaguemos libres
cuando hemos probado los manjares de las emociones que nos llegan y atraviesan.
La Música se convierte en esa parte de mí que colorea la
oscuridad, rasga el silencio que imponen los absurdos y provoca una sonrisa en
el rostro cuando las entrañas vibran y la carne se eriza.
El sonido que me susurra al oído es como el olor del sexo que me llama,
parte del placer de sentirme ¡vivo!.
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