La muerte no puede matarme. Ya he muerto varias veces, cuando el silencio penetraba en mi alma. Cuando ella se perdía entre las sombras y me dejaba solo, sin ningún lugar donde escuchar su voz.
He muerto cuando las voces callaban, las guitarras dejaban de llorar, con el final de una melodía sin continuación. No, la muerte no puede matarme, porque ya he estado en ese silencio sepulcral que hace que nada merezca la pena.
Quizás no era ella la que se alejaba, eran mis pasos los que seguían otra dirección, por eso sentí el frío de la nada, el escalofrío de la piel al buscarla, las notas moribundas que no podían formar una canción.
La muerte no puede matarme.
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