viernes, 20 de diciembre de 2024

2025

 



Desde el lugar donde lo prohibido comienza a tener sentido.

Aún hay gente que se empeña en no ver, y pretenden prohibir todo aquello que significa, en todos los lugares en los cuales nuestra Música supera la realidad, lo que nos lleva a ser la Mágica expresión de lo que sentimos. A todos aquellos que son capaces de creer en el susurro de una voz, la inmensa emoción de un solo distorsionado que se aferra a la garganta hasta hacerte suyo, las notas imposibles del acorde que se encuentra ajeno a la lógica, el deseo enorme, emocionado y sincero de que lo Friki siga guiándonos, que lo que los demás digan a que lo seamos nos importe un comino cuando la Música nos abrace, y que todo lo que venga, siendo como somos, nos haga sentirnos un poco más.

Sentirse vivos no es una opción, es la obligación de quienes creen en lo más increíble que ocurra en sus vidas, y en eso la Música es la tremenda guía de emociones sin límites, de sensaciones más allá de la realidad, de la genuina parte que nos llena el alma.

Aún es posible, porque ella lo piensa así.


¡¡¡FELICES DÍAS, FELICES NOCHES Y A PASARLO BIEN!!!

¡¡¡QUÉ JOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOÉ!!!

jueves, 5 de septiembre de 2024

10º

 


Cuando voy a un concierto (no voy mucho porque los anormales despliegan en ellos todo tipo de sabiduría mal entendida) siempre espero que haya una barra cerca. Y no es porque necesite ponerme hasta arriba de cerveza para estar bien escuchando, es que poder apoyarme en algún lugar y si se tercia pues beber ese néctar de los dioses me sugiere y mucho por si acaso.

Leí por casualidad en un cartel que "Los Malequines" se dejaban caer por mi ciudad para rememorar los años en los que eran un grupo más que digno haciendo Hard Rock, y habían elegido un pequeño pabellón para desempolvar instrumentos y ganas después de dos décadas sin subirse a un escenario.

Me llamó la atención y tras comprar la entrada en el bar de siempre (soy un clásico, qué se le va a hacer) el día de autos me encaminé hacia el río, en su orilla derecha, donde seguía en pie ese lugar de tantas y tantas jornadas de placer escuchando Música con los amigos.

Pasados los sesenta ya eliges (o elijo, que no quiero generalizar) mucho estos pequeños momentos que por el destino, la casualidad o las ganas de algunos de no dejar de disfrutar con lo que aman, pueden llevarte a un viaje intemporal a través de tus sueños, y en este caso me lo tomé así.

De los cinco componentes del grupo faltaba el inmisericorde aporreador de la batería, "Ma" que no supo parar a tiempo y ahora estaba contando versos sobre universos paralelos en una institución cerrada al público, pero el resto estaba ahí sobre el escenario sacando los instrumentos para ver qué pasaba.

Media hora antes del comienzo anunciado me encontraba ¡cómo no! perfectamente ubicado en la barra dispuesta para la ocasión, con mi codo derecho apoyado, la cadera sujetando (para que no se descojonara el chiringuito montado de aquella manera) y la primera cerveza a punto de ser saboreada. Poco a poco el local se fue llenando, casi todos teníamos caras de incrédulos y de "A ver qué pasa" hasta que a la hora señalada las luces se apagaron y "Los Malequines" hicieron su entrada en el escenario a través de una cortina del año 60 (el siglo no lo recuerdo) de unos cien kilos de peso para comenzar su concierto.

El saludo al viento y a los que estábamos allí de "Qui", el vocalista, me hizo concebir esperanzas, porque se le veía feliz, como si fuera la primera vez que acariciaba un micro. El resto del grupo,  tenía el mismo aspecto de felicidad, salvo el nuevo batería, un chaval que podía ser nuestro nieto y que con un rictus serio estaba a la espera de poder aporrear lo que tenía bajo sus manos.

La voz comenzó a susurrar las estrofas de uno de sus temas eternos, "El viento nunca sopla a favor" y los acordes de la guitarra de "Le", un virtuoso que nunca pudo llegar donde se merecía, dieron por comenzado el concierto. 

De pronto y sin previo aviso, el tema que servía para soñar se convirtió en una carrera contra reloj porque al chal de la batería (inquieto él) le dio por marcar un ritmo desenfrenado y salvaje que nadie, ni el propio grupo, se esperaba.

Apuré la primera cerveza y pedí otra, ya que me imaginaba que aquello, vistas las caras de los cuatro, no estaba muy en el guión, y en el segundo trago de la segunda "El viento nunca sopla a favor" dejó de soplar y la Música se cortó en seco. Bueno, en seco cortaron la voz, la guitarra, el bajo y el maravilloso Hammond, porque la batería seguía dale que te pego mientras el crío parecía haber entrado en éxtasis.

El grupo no daba crédito, los que estábamos allí quedamos petrificados por la alevosía del tipo ese, y la barra fue poco a poco llenándose a la espera de que el primer tema terminara en algún momento.

Tras varios intentos (amenazas incluidas con el micro sobre la cabeza) para que parara de aporrear y poder seguir, "Los Malequines" bajaron del escenario y se dirigieron hacia donde ya estábamos todos, es decir, en la barra que hábilmente el del local extendió (visto lo visto) para que pudiéramos caber todos en un par de filas un poco apretadas.

Cinco cervezas después (eso yo, algunos bastante multiplicadas) y treinta y cinco minutos de la demencia como demostración de la angustia vital de un energúmeno a los timbales, los cuatro componentes del grupo nos ofrecieron la opción de un concierto acústico en la entrada alrededor de nosotros mismos, y mientras se escuchaba a lo lejos (no tanto) los truenos que siguen a los rayos en momentos de amalgama interestelar, los que estábamos allí disfrutamos de la vuelta de un grupo y del buen Hard Rock que nos habían preparado.


¡¡Explicar la Música es como explicar el silencio!!


miércoles, 24 de julio de 2024

 


Habían pasado más de veinte años, y no era la ocasión propicia para aparecer de nuevo en ese lugar. Nunca sabes cuando el destino decide hacerte la llamada, ni el motivo para hacerla.

Me costó mucho girar el pomo de la puerta, la que daba acceso al lugar donde miles de veces necesitaba entrar para sentirme liberado, ajeno al mundo y a todo lo que no fueran mis ansias por ser yo mismo. La mano temblaba, pero a fin de cuentas no tenía otra opción, de modo que sin poder calmar la respiración y aspirando el aire de manera torpe, como si estuviera aprendiendo de nuevo a hacerlo, abrí la vieja puerta que mantenía el color que siempre odié.

Una vez dentro, mi mente se hizo la dueña de la situación, y me dejó a un lado para definir qué pasaría dentro de esos pequeños metros cuadrados que me marcaron como ser humano y como persona.

La ventana se encontraba abierta, y la luz de la noche inundaba todo el espacio, pero en instantes todo pareció encenderse y una dulce melodía acarició mi piel mientras mi silueta de décadas atrás se desprendía de mi cuerpo dirigiéndose hacia el lugar donde mi querido Amigo de toda una vida, el tocadiscos que me acompaña desde que soy yo mismo, esperaba siempre para dejarse acariciar.

El brazo buscaba los primeros surcos para hacerles el amor, con el pequeño diamante transformado en ese amante que te hace hablar, gritar, susurrar tras el acto, y las notas de una guitarra excepcionalmente tocada por las manos de un genio me llevaron hacia la nada más absoluta, sintiéndome el amo del universo.

Seguía amándome, esas cuerdas de acero me hacían el amor y yo me dejaba llevar, al son de lo que mi mente requería y con los nombres de tantos y tantos mitos atravesándome las entrañas. Era mágico, algo que siempre quise explicar y que sin embargo nunca pude hacer, a pesar de transmitir de algún modo esa pasión que me ha hecho ser en gran parte de mi existencia. Nunca pude llegar a acercarme para poder enseñar ese sentimiento, y ahora, en los confines de mi mente y con la imaginación trasladándome por los insondables caminos del tiempo, volvía a sentir de manera plena todo lo que hacía que me perdiera cuando me encontraba solo. 

La guitarra, el bajo, los suaves teclados, las cuerdas de unos arreglos hechos arte, todo estaba de nuevo allí, en el mismo lugar, en la misma habitación donde los dioses me hacían ser uno de ellos, con mis manos acariciando el negro vinilo y sabiendo, aún a oscuras, como depositarlo en ese lugar que le hacía girar para expresar amor, deseo, pasión.

No sabía si entrar en el espacio que me daba la vida, aunque realmente ya me encontraba dentro de una manera tan mental que lo real y lo que inunda los sueños se hubieran fundido de manera mística, más allá de la razón y tan cercana a los pensamientos.

El silencio, roto por la Música que comenzaba a llenar el universo, me mantenía en un estado de ensoñación en el cual la imagen fija era la ventana que dejaba entrar la frescura y los colores de la noche, mientras mi imaginación se encargaba de viajar a través de los sueños y los recuerdos, desgranando poco a poco décadas de vida alrededor de unas melodías que me hacían (al menos yo lo creía así) diferente.

Un solo de guitarra me poseyó aún sujeto al pomo de la puerta, recostado sobre el marco, y comencé a llorar. La vieja y eterna melodía sugería momentos de una tremenda alegría, instantes en los cuales era capaz de conseguir todo aquello que quisiera, a través de mi mente y con la única compañía de mis amigos de negro vinilo, que se unían para darme la gloria.

Esa guitarra desgarraba todas las percepciones que podía sentir allí, de pie en la entrada de la mágica habitación, y como contrapunto a su devastador desgarro emocional, los suaves teclados se fundieron con ella para volver a trasladarme donde nada ni nadie podía alcanzarme.

Fue entonces, entre esas notas entrelazadas que componían una preciosa red donde todo se mantenía vivo, cuando sentí en la lejanía una voces tenues, que poco a poco se iban acercando al espacio que formaban la realidad y el sueño hecho uno.

La Música seguía siendo el hilo conductor de todo lo que acontecía, la razón por la que mi mente volvía a vivir esos instantes, y entre su magia y su encanto apareciendo las imágenes difuminadas de algunos personajes que querían vivirla con la pasión con la que yo la amaba, aunque nunca pudo ser igual.

Del mismo modo que un pedazo de mi ser se desprendió de lo que soy para atravesar la estancia y volver a sentir los pedazos de gloria entre sus dedos mientras buscaba el viejo tocadiscos, esas imágenes difuminadas que eran más sonidos que visiones se movían de manera errática al son de lo que nos abrazaba, la guitarra y el inmenso placer de sentirla arañándote la piel.

Volví a “ver” esas manos que hacían de genio mientras nos embobaba con su manera de acariciar el acero, como en la bruma que atraviesa y se posa en el río una mañana de invierno, y los rostros expectantes por lo que pudiera venir después.

Toda mi infancia, la juventud y parte de mi historia como adulto alrededor de la Música ha sido una escucha más que una percepción visual de la misma, y así lo he entendido siempre, a pesar de las nuevas formas de hacerla llegar, a pesar de lo que te sugiere disfrutar de unas manos, una garganta en pleno éxtasis, unos pies que marcan el ritmo y dan sentido a todo lo que llega tras esos momentos.

Nunca he sentido nada igual como en los momentos en los cuales mi imaginación libre y en estado puro de pensamiento “veía” lo que mis entrañas deseaban, dejando que todo lo que mi alma quería de la Música se hiciese parte de mí, y ahora seguía igual, con la luz de la noche atravesando con sigilo la ventana y el pequeño cuarto convirtiéndose en el túnel del tiempo hacia mis emociones, buscando, escudriñando, queriendo encontrar más allá de ese olvido en el que me había sumido después de tantos años.

Los viejos vinilos se afanaban por ser acariciados, en las manos de un chaval que comenzaba a conocer algo de la gloria que le llenaría toda su vida, o por ese pequeño diamante que les hacía hablar y contar las excepcionales historias que llevaban impresas en cada surco.

Mi mano quiso ir hacia el infinito, ese espacio donde siempre he querido estar y en el cual mis sueños me han dejado imaginar con cada pieza escuchada, cada sonrisa que se escapaba ante un tremendo y emocional tema, pero el pomo de la puerta tiraba de mí y poco a poco, la luz que llenaba la habitación desde la noche fue desapareciendo ante mis ojos, las figura difuminadas se desvanecieron en la bruma, y mi yo escapado de mi alma volvió a unirse conmigo.

Veinte años y de nuevo el silencio, la puerta cerrada sin esperar que volviera a visitarla, la Música como alma de una vida en los confines de mi esencia.


lunes, 22 de julio de 2024

8º (2)

 


La Música inunda mi alma, y con ello todo mi ser, trayendo a mi rostro esa sonrisa que lo cubre cuando los interminables campos de esta tierra se extienden entre el universo y mi espacio en el vagón, y de nuevo los recuerdos se cruzan con una realidad a 156 kilómetros por hora para divertirme con los interminables bailes y valanceos de los cables de alta tensión, que nos persiguen desde el cielo, acercándose, alejándose, subiendo, bajando…

De niño mi imaginación se iba con ellos, creyéndome como un surfero en el cielo, deslizándome sobre el acero de los cables para saltar al llegar a las torres de alta tensión, que me servían de trampolín para el nuevo reto a la gravedad, a la realidad y a la fantasía. Ahora estas torres dan más miedo, gigantes de innombrables formas que se alzan altivas como parte del poder del hombre sobre la Tierra (ingenuos) hasta que un rayo las destroza o una “tormenta perfecta” de las que ahora hay tantas (la perfección se vende barata últimamente) las hace morder el polvo, ese del que ahora se encuentran tan lejos.

Aún así, los cables y sus formas me hacen soñar, es una sensación alucinante seguirlos con la mirada, mientras me acaricia la sutileza de David Gilmour y vuelvo a perderme por ese espacio tan mío, único, irrepetible.

Cuando entra sin previo aviso ese corte a contra ritmo que es el “Face to Face” casi como un impulso retiro la mirada de la ventana y comienzo a escudriñar los rostros de mis compañeros de coche, no muchos, porque es el más reducido, pero dispares como siempre. Mi compañera en el asiento de al lado, que mira de reojo sintiéndose observada, se apunta a la moda de instale un portátil en su vida y navega por la red acomodada en el asiento, controlando el mundo desde su mano derecha; me mira ahora con descaro, sonríe y gira la pantalla para hacerme partícipe de un conjunto de líneas y curvas de colores que no logro entender. Es arquitecto, visionaria o su cerebro se interrumpe con los colores, pero me da igual, la Música que me interrumpe a mí salta todas las barreras, la miro, sonrío y me pierdo en mis sueños.

A través del reflejo del cristal observo la imagen vencida del que ocupa el asiento delante del mío que dormita plácidamente con la boca abierta y los ojos en blanco (el traqueteo de estos modernos caballos no es lo que era, sino habría perdido los dientes hace rato) mientras que su compañera, a la que diviso a través del espacio entre los asientos, lee una revista de corte juvenil con mega-hiper-super estrellas guaises, a la última en casi todo (incluida la estupidez de las poses y los caretos)

Otra miradita de soslayo de mi compañera, que ahora disfruta de una película en 3D, cuando giro la vista para observar a los de la fila más allá del pasillo (o sea a unos 120 centímetros) uno hablando sin parar, gesticulando, levantándose, sentándose, girando a lo Michael Jackson… o sea el showman del vagón y otro que le mira ensimismado con cara de querer suicidarse, pero que no dice ni mu (todo esto lo sé por los movimientos de labios y demás, ya que yo estoy a lo mío con la Música, que me cubre todo lo que tiene que cubrir)

Por último atisbo a ver la fila delante nuestra pero pasado el pasillo, donde una chica con falda vaquera y sin zapatos apoya los pies en el asiento de delante para (supongo yo) relajarse, mientras que se balancea levemente al ritmo de lo que le tiene que entrar a través de los auriculares rosa fucsia que cubren sus oídos. Me ve, ya que no para de buscar la postura idónea, y me indica por señas mis auriculares, sonrío para no hacerle un feo y por el movimiento de sus labios (los de la boca) reconozco lo que está oyendo en esos instantes, nada menos que el programa número 63 de El Íncubo. Alzando el pulgar le demuestro mi contento por tan sabia elección y la pierdo de vista.

Su compañera de asiento lleva también un ordenador, pero ésta mira páginas de moda y fashion, supongo, visto lo visto, que para aprender un poco de todo eso.

El asiento vuelve a abrazarme, y cerrando los ojos me dejo poseer por la maravillosa “Easter Wind” ese desgarrador grito a los valles de Irlanda, para volver al paisaje que se mueve al son que el tren le marca, ahora más calmado, apurando los últimos instantes de otro viaje más, otro recorrido por mis sueños, más allá de la memoria.

Aún quedan unos diez minutos de entrega, en los cuales la voz educada y amable de uno de los chicos con impecable traje azul nos anuncia la llegada a mi destino, aunque todavía quedan polígonos que recorrer, nuevas urbanizaciones y parajes a medio hacer por los ingenieros que trazaron el nuevo recorrido de la modernidad.

Es en uno de esos parajes inertes, donde más cruelmente se nota la mano del hombre, en el que decido levantarme para el último ritual de cada viaje, coger mis cosas, que en este caso no es más que mi chambergo negro de crudo invierno, y salir hasta la separación de los coches (el 9 y el 10 para más señas en este evento) donde aguardo la llegada definitiva a la estación de destino.

Las ventanas me permiten de nuevo disfrutar con esos instantes de lentitud, de pausa, en los cuales las vías te siguen, juegan, saltan, cambian, se cruzan y vuelven como si tomaran entre sus brazos el convoy al que colocan de forma cuidadosa en su lugar definitivo para que los que decidimos terminar nos desparramemos por andenes, escaleras y vestíbulo. La puerta se abre con su ligereza habitual, gracias al automatismo de no sé qué, y accedo al granito del suelo de la estación buscando rápidamente la escalera mecánica que me saque de allí, porque en estos instantes el recuerdo ya no existe, ni el blanco y negro cubre mis sentidos, necesito escapar para buscar mi mundo, y ya no me fijo en el tren que se aleja por la larga vía camino de ninguna parte, yo ya he hecho mi camino y ahora busco el final de mi escapada. 

Iron Butterfly llega, dieciséis minutos para seguir, sin hierro bajo mis pies, deslizándome por mis sueños, a fin de cuentas… “In-A-Gadda-Da-Vida”.


¡¡Explicar la Música es como explicar el silencio!!

8º (1)

 


Siempre me he sentido fascinado por la imagen de las vías cruzándose, buscándose, jugando entre ellas mientras uno las va dejando atrás, metro a metro, queriendo huir para que no te atrapen pero al mismo tiempo sintiéndote atrapado por las que de nuevo aparecen como por arte de magia.

Quizás sea la parte de mis genes, o de mi sangre que nunca se sabe, que me traspasó mi abuelo, ferroviario eterno de los de bandera roja y olor a carbón, o quizás haber vivido durante más de treinta años a unos centenares de metros de la estación de mi pueblo natal, pero el ferrocarril, lo que le rodea y toda la atmósfera entrañable que se respira me fascina y me hipnotiza.

Y eso que ahora hablamos del siglo XXI, lugar de espacios sin fin y de universos por explorar, de máquinas impolutas de alta velocidad y operarios de uniformes a la última, pero al final, cuando estoy solo con la mirada perdida por la ventanilla, el tiempo se detiene, y la velocidad con la que el tren se desplaza pasa a un segundo plano.

Mi último viaje volvía a ser una vuelta a casa tras un apasionante y brutal (en el sentido más literal del término por la cera que se dieron) partido de balonmano, esa otra pasión que también hace que el tiempo, o más bien mi reloj de la memoria, se detenga (aunque eso es otra historia) y de nuevo me encontré en el andén de la remodelada estación que acoge las últimas novedades en trenes de alta velocidad, comodidad, fashion… un salto al futuro dado por el hombre y que por una módica cantidad de más puedes disfrutar.

No tardé mucho en hacer que la Música me acompañara en este nuevo escalofrío que mi mente deseaba disfrutar, porque esos momentos con ella, llenados de la esencia que me hacer ser, elevan muy alto el sentido de las emociones y mis entrañas se abren para abrazarla.

Siempre en la vía número tres, siempre el panel luminoso que ahora te descarga empalagosos parabienes además de la información sobre el tren en cuestión, siempre la chica de impecable traje de chaqueta azul que amablemente te corta el billete (aquí ya no se pica nada) siempre la errónea colocación de los que vamos a tomar el vagón tal o cual por indicaciones de otro chico de impecable traje azul, siempre… todo parece igual siendo distinto, terriblemente distinto, ya no veo a mi abuelo sacando con peligro para su integridad medio cuerpo de su máquina de vapor y saludando con su pañuelo rojo, ahora los conductores y jefes de trenes se ocultan tras tintados y espectaculares cristales de diseño (al menos los de la alta velocidad esta del precio módico de más)

Aún así, tantos años disfrutando de paseos por las estaciones, para viajar o simplemente observar a los viajeros entrando y saliendo, me hacen tener esa pizca de cultura retro de los andenes, y disfruto en lo que puedo de los instantes que me transportan de un lugar a otro. No soy de masas, y quince personas esperando en el andén me parecen una multitud insufrible, pero cuando el tren que te va a recoger lleva veinte vagones y dos máquinas, amén de dos bares y algún servicio más, se difuminan por el interior y parece que la comodidad de estar casi solo te abraza durante el viaje.

Esa soledad buscada que solo se rompe por los sonidos que llegando el infinito se acercan a mis oídos y descargan su gloria para que pueda ser yo, conmigo mismo y lo que me hacer estar por encima de este mundo.

A lo lejos, haciendo una curva que enseña el serpenteante movimiento del convoy (esto es algo que no ha cambiado lo más mínimo) observas la llegada del tren y comprendes que de nuevo te han tomado el pelo cuando tienes que andar, y andar, y andar, buscando tu vagón (perdón, el coche) número 10, ese que pone en el billete junto al número de asiento en el que se señala sentado. La moderna puerta se abre con el automatismo del sistema de no sé qué, pero que suena muy bien, y tras otro impecable señor de traje azul que toma su lugar esperando, la carga humana que ha terminado su recorrido se desparrama por andenes, escaleras y vestíbulos.

Buscando y buscando, ayudado por los años en el colegio y el fugaz paso por la universidad, encuentro el número y la letra que coinciden con los que están impresos en el billete, comprobando que efectivamente hay una posibilidad de ir sentado, ya que se trata de un asiento con su respaldo y todo, sus brazos para apoyar y algún que otro botoncito para hacer cosas. Es cómodo, muy cómodo, y al menos con espacio para que los pies se estiren sin problemas (es lo que tiene el precio módico de más) espero unos segundos y sin apenas sentirlo el mundo comienza a moverse a mi alrededor.

Los inmensos ventanales me permiten ser un espectador privilegiado de todo el universo que pasa ante mis ojos, y ya no hay cortinas que bajan y suben buscando o huyendo del Sol, los cristales tintados provocan que estés en continuo balanceo con la tierra que atraviesas, y esa sensación es maravillosa. Sin apenas tiempo para calibrar quién me acompaña en este nuevo viaje, ni para indagar en los rostros desconocidos que aún buscan su lugar, los auriculares consiguen aislarme del mundo, y los primeros sones de Mi Música me llevan a tantos años atrás como recuerdos únicos e irrepetibles.

El lento despegue de este moderno caballo de hierro a través de la ciudad brinda la oportunidad de mirar los entramados de cables y edificios que parecen abalanzarse sobre nosotros, parte de una ciudad desgarrada en sus entrañas y que busca crecer rodeando todo lo que ahora ocupa la remodelada estación. Las vías vuelven a cruzarse y entrecruzarse en un juego sin fin, divertidos momentos que me transportan al blanco y negro de mi niñez, cuando entusiasmado me dedicaba a contar los viejos maderos que antaño sujetaban los rieles de acero. Ahora es igual, o bastante parecido, el hierro continúa brillando en esta tarde de Sol que se refleja en las vías, jugando vivamente con las formas en el camino.

Hoy apenas hay espacios curvos exagerados, pero aún se puede disfrutar de algunos lugares en los que la mano del hombre ha tenido que plegarse a los caprichos de la naturaleza, y encontrar zonas donde las curvas y contra curvas permiten divisar el resto del tren como siguiéndote a la espera de poder alcanzarte. Todo es más recto, más sereno, más uniforme, pero las sombras siguen estando ahí, paralelas a lo que tu vista alcanza, la sombra de los vagones, de los pasos elevados, de todo lo que confiere al viaje la sensación de cambio y de ir consiguiendo lo que buscas, llegar, dejar para retomar, sentirte vivo.


¡¡Explicar la Música es como explicar el silencio!!

jueves, 18 de julio de 2024



El camino que me lleva hacia las estrellas, los sueños que pretendo hacer realidad, todo fluye de manera natural cuando siento la Música acariciar mis sentidos, como el susurro del amante cuando se juntan dos cuerpos y se intuye el halo mágico que les une.

Líneas que me indican dónde estar cuando el silencio se rompe con una melodía, las notas en el pentagrama de los deseos que se convierten en esos sentimientos que me hacen ser cuando mi amiga, mi amante, la Música, se entrecruza entre mi mente y convierte mi alma en una sensación de amor infinita.

No soy pintor de espacios bellos, no puedo llenar un lienzo con lo que siento al escucharla, ni siquiera sé los colores que forman esa sensación, pero puedo dibujar cada línea de lo que me llega, al escuchar la guitarra gemir en un solo que me atraviesa, la percusión elevarme al ritmo de la pasión más profunda, envuelto por los teclados que me visten; recordar aún ciego cada instante de ese recorrido que me hace ser yo mismo a través de ella.

Sensaciones, emociones que consiguen que viva un sueño del que no quiero despertar, junto al adiós olvidado de mi pasado solo en la noche, cuando antes de encontrarla vagaba sin rumbo y sin saber qué podía llenarme.

Ahora sé que la Música me quiere, y amo cada momento que paso con ella, cuando la voz que entona versos de sentidos dispares se dirige a mí para comenzar un diálogo íntimo, cuando el estallar de todo lo que es me penetra como un desgarro que me provoca el placer por saberme vivo.

La caricia al negro vinilo es la unión en lo material, recreando el momento en el cual se entrega a mí cuando el diamante lo acaricia, ese instante en el cual se convierte en esa oda que percibo a través de mis oídos y dejo que me llene en todo mi cuerpo.


¡¡Explicar la Música es como explicar el silencio!!

 

lunes, 15 de julio de 2024



No tuve tiempo para nada más. Estaba a punto de volver sobre mis pasos y dejarme llevar por el caos que se había apoderado de mi vida, pero ese sonido penetró en mi mente y me hizo verlo claro.

Como un latigazo directo, el solo de guitarra me elevó por los aires. Una salvaje distorsión de las cuerdas en lo que era el sonido más perfecto, bello y espectacular que había escuchado nunca. Mis manos comenzaron a buscar en la invisible apariencia del espacio en el que me movía las cuerdas que eran capaces de activar mis sentidos de aquella manera.

Con los ojos cerrados, el negro y la luz mezclándose en mi cabeza, cada nota parecía dibujarse en un lienzo en blanco que según mis percepciones daban forma a una fábula insólita de sonidos y enigmas hechos Música.

Cada vez más penetrante, como un cuchillo que no hiere sino que te hace sentir el acero en forma de placer, esas cuerdas marcaban la sintonia del todo, imaginándome haber llegado a la eternidad en un viaje fascinante envuelto en la Música. No daba opción a creer, estaba claro que la magia de lo que llegaba era creada por todos los seres del universo creyentes de esa única e indivisible dama que nos arropa, pero la fuerza y violencia con la cual se repartía a través del acero manejado con virtuosismo, se mezclaba con una caricia en la piel que sentías cuando cada poro de la misma se abría para aceptarla y hacerla tuya.

Seguía esperando que todo estallase al final del solo invisible y ajeno a cualquier mundo, pero poco a poco cada eslabón del acero creado con el alma de algún genio artesano me hacían ser parte del mismo, y mis músculos fueron configurándose para atraer hasta todo mi ser esos sonidos convertidos en mí mismo.

Ahora sé que no soy ni seré, simplemente estoy; en el lugar donde nadie que no crea en lo que me he convertido puede llegar, allá arriba, en la tierra de los sueños que la Música crea y que nos convierte en inmortales miembros de su esencia.


¡¡Explicar la Música es como explicar el silencio!!


viernes, 5 de julio de 2024



Quise ponerme a escribir cualquier cosa, alguno de esas ideas que surgen de mi cerebro sin saber por qué, pero me encontré mirando al teclado, sin ver ni sentir nada de lo que se presentaba ante mí.

Un sonido me había dejado hechizado, la hiriente guitarra penetraba mis oídos mientras intentaba hacerme parte de ella. Mi alma surgía del acero que era acariciado por los dedos, marcando la pauta, proporcionándome el placer que mis entrañas buscan cuando busco que la Música me posea, erizándome la piel que asumía sus sonidos sin dificultad.

No tuve que mirar, ni ver, solo quise sentir lo que me llevaba, lo que me estaba elevando hacia un lugar donde no recuerdo pero sé que siempre he estado. Ese lugar en el cual el tiempo se detiene, los dedos se desligan del cerebro y parecen cobrar vida mientras esas cuerdas de acero se dibujan como el cuadro de un serial interminable que recoge todo lo que debe ser, se debe sentir, se vive desde dentro.

Escuchaba una guitarra, y el espacio que me asume como un ser que existe en este universo parecía hacerse infinito, viajando a través de lo que me quería hacer llegar, como el enviado de los dioses paganos que reclaman su trono en las deidades en las que la Música se convierte cuando llega a lo más alto de las emociones.

Me atreví a detenerme, como en ese instante en el cual las letras las escriben las cuerdas de acero, dejando volar mi mente, sin nada que decir, sin palabras que salieran y se perdieran en el vacío, sin nadie a quien hacer partícipe de todo aquello que me llegaba, pero sintiéndolo todo, con esa paz que la Música me regala en tantas ocasiones, cuando el aire se crispa al son de las emociones convertidas en notas que son la magia en estado puro.

El hechizo continuaba, y yo quería colarme por ese invisible pasillo que dejan los momentos mágicos, restregando mi alma por el traste que brillaba más allá del entendimiento, recorrido por la sensualidad de quien se sabe poseído por el amante que te desea, y me dejé hacer porque no estaba, o me encontraba demasiado dentro para provocar algo distinto. 

Sigo queriendo escribir cualquier cosa, pero la guitarra no deja de sacudirme; la escucho llamándome, embaucadora como una sirena a través de la niebla, y el teclado del ordenador sigue siendo un conjunto de números, letras y signos que no me dicen nada, porque no pueden llegar dentro de mí, sin embargo, esas cuerdas de acero consiguen cualquier cosa que se propongan.

Escuchaba una guitarra. He detenido el tiempo, el espacio, mi propio ritmo vital, estoy suspendido en la nada, por encima de mis emociones, de mis sueños, de mis deseos de músico imposible, y aún puedo continuar con ellos, mientras pueda manejar mis dedos sobre mi vientre, y me penetre uno a uno cada acorde, haciéndome llorar por la muerte, reír por cada latido de vida, gozar por el placer que me recorre, extasiarme por haber llegado a ser yo, a pesar de todo, a pesar de cualquiera.

El hechizo continúa...


¡¡¡Explicar la Música es como explicar el silencio!!!







lunes, 24 de junio de 2024

 



Me gustaría hacer Música. Sentir que puedo crear esa mágica sensación que se mete en mis venas y fluye por todo mi cuerpo. Me gustaría, sí, porque en la Música derramo mi esencia, y son los momentos en los cuales puedo sentir que estoy, sea conmigo mismo o ese amor que llena mi mente cada instante.

Déjame tocar tu piel como el instrumento del que surge la melodía que me hace soñar cada noche. Es así como podría ver que cada nota, cada sonido es parte de lo que somos y evitar esos momentos en los que me siento perdido envuelta en la niebla de las sábanas frías, momentos en los que no estás.

Me gustaría tener el privilegio de poder hacer Música, para elevarme por encima de lo mundano y acariciar cada lugar prohibido desde donde ella se entrega y me hace temblar, a través de los sentidos que esperan tenerte. Porque en esos momentos la tibieza de tu cuerpo me transporta a ese lugar que sólo tú y yo conocemos, rodeados de lo mágico, lo eterno, las obras que desprenden emociones cuando rompen el silencio a través de nuestros sentidos.

Déjame acercar los labios para provocar el sonido de tu garganta al gozar amándote, como ocurre cuando escucho la poesía de las letras de una canción envuelta en los instrumentos que la acarician, la rodean, mientras lanza el mensaje que todos queremos recibir; la letra que se escribe cuando la canción deseada se convierte en la banda sonora de los sueños.

Hay momentos de euforia contenida mientras escucho un tema de los que han marcado a fuego cada instante de mi vida, momentos en los que cierro los ojos mientras me poseen las miles de notas y pienso en esos instantes de gloria tras hacer el amor contigo, momentos en los que gritaría al mundo mi deseo para que supiera que no necesito nada que no seas tú.

Me gustaría hacer Música, para escudriñar a través de ella lo más profundo de tu alma, para no sentir la frustración de no poder llegar a ti para aliviar esa pena que en ocasiones nos posee, y que tantas veces hemos vencido juntos, abrazados moviendo nuestros cuerpos al son de lo que ella nos propone, nuestra amiga, amante, la esencia que puede hacernos revivir y volver a sentir que nos comemos el mundo.

Me gustaría hacer Música, porque serían mis momentos dedicados a ti.  


¡¡¡Explicar la Música es como explicar el silencio!!!

domingo, 23 de junio de 2024



El momento sublime en el cual dejas de soñar y poco a poco te despiertas cuando no tienes prisa para nada que no sea enfrentarte al nuevo día, me llegó en uno de esos instantes en los que mi mente dejaba atrás los sueños imposibles en una noche calmada, relajada y tranquila.

Echaba de menos esa sensación, estar sin nada que esperar hasta que el amanecer me llamara, y por fin, tras demasiado tiempo de conflictos con las necesidades y obligaciones, había podido tomarme a mí mismo para ser.

El sol penetraba majestuoso por la ventana, provocando una luminosidad excepcional, haciendo que cada rincón de la habitación cobrara vida con el juego de luces al que ayudaba la cortina traviesa, que se movía delante de la ventana, abierta un poco para dejar que el calor de la época en la que nos encontráramos no fuese agobiante.

Bajé a prepararme un café y disfrutar de esos momentos que no tienen precio, cuando todo el tiempo gira alrededor de lo que haces y sabes que no importa lo que dediques a cualquier actividad, y mientras el olor inundaba mis sentidos, sentí la necesidad de que la Música me poseyera desde las primeras horas del día, para hacer que mis entrañas comenzaran a disfrutar con la esencia de lo que soy.

Al ir a disponer el equipo de Música para llenarme de gloria, un sonido perfectamente reconocible llegó a mis oídos, una pieza sublime que me envolvió como un amante que te toma para hacerte el amor desde lo más profundo.

Busqué alrededor de donde estaba pero no había nada que sugiriera que algún aparato de Música estuviera puesto, de modo que tras llenar la taza con el café recién hecho y acercarlo a mi nariz para que me inundara, comencé a pasear por la casa buscando el lugar desde el cual la Música me llamaba.

Recorrí cada rincón sin encontrar nada, pero los sonidos majestuosos de una obra única, mítica, que fue el comienzo de una aventura irrepetible de un grupo a su vez irrepetible, seguían acariciándome y llamándome para encontrarlos y disfrutar de ellos. 

Abrí la puerta y me dirigí al jardín, desde donde los sonidos parecían tender una especie de puente para llegar hasta ellos, y tras un sorbo largo y cálido de café, me acerqué hacia el viejo pozo que todavía abastecía de agua a la casa, a través del pequeño y estrecho camino de piedras de poco más de veinte metros rodeado del verde iluminado y precioso del césped.

Era maravilloso, genial, la Música me llamaba y mi cuerpo iba hacia ella como flotando, sin prisas, con mi alma deseosa pero calmada por las miles de sensaciones que me inundaban, y cuando llegué al borde del pozo, apoyado sobre la piedra y bebiendo el café que me parecía parte de todo lo que acontecía, sentí cómo la Música me hizo parte del mundo.

Asomado sobre la piedra, percibí de manera clara un halo que brillaba sin pausa, compuesto por cada nota de la obra que cada vez se escuchaba más y más, y subiendo hacia donde me encontraba, fue rodeándome y haciéndome parte de ella, de manera que mi piel y todos mis sentidos se iban fundiendo con aquella mágica sensación de ser parte de todo lo creado.

La guitarra acariciaba mi cuerpo, la sección rítmica me hacía elevar sobre el suelo, la tremenda flauta resonaba en cada rincón de mis entrañas, y los teclados me elevaban sobre el cielo llevándome en volandas hacia un lugar en el cual entraba para seguir disfrutando de lo eterno, lo mágico, lo sublime... la Música.

La puerta de la casa se abrió para que todo su interior se inundara de lo que llenaba el aire, el halo brillante con sus notas marcadas a fuego se desparramó en cada rincón, y mi cuerpo fue posado dulcemente en la silla donde habitualmente escuchaba esa Música que me hace ser, dejándome beber el néctar de esos sonidos que son parte de lo que realmente soy.


¡¡¡Explicar la Música es como explicar el silencio!!!

 

domingo, 16 de junio de 2024



El viejo pub continuaba en su sitio, con ese extraño equilibrio en su disposición que le hacía parecer el final de todo y el principio de la nada, casi suspendido sobre la rampa que daba acceso directamente al río.

Era un misterio, de hecho lo había sido siempre, cómo había podido aguantar las embestidas del tiempo y los fenómenos del invierno sin desmoronarse ni hacernos volar en cualquier noche de tormenta, pero seguía ahí, con sus enormes vigas de madera en el exterior que se adentraban de manera violenta hacia la roca.

Hacía mucho tiempo que no lo visitaba, de hecho hacía mucho tiempo que no dejaba caer mis huesos por la ciudad, pero no podía dejar pasar la oportunidad de volver al último lugar donde estuve antes de colocarme la mochila para irme buscando... no sé qué. Ahora seguía buscando, pero esta vez era un lugar donde dejar que los viejos recuerdos me abrazaran de nuevo mientras degustaba una cerveza que recorriera mis entrañas. 

Empujé la puerta y el eterno olor a madera del "Black Hole" me llenó de nuevo, así como la penumbra en la que se encontraba sumido el espacio donde la gente disfrutaba de cervezas, buena Música y sus sueños. Esperé unos segundos para que mis ojos se acostumbraran a la falta de luz, pero cuando todo en mi cerebro se hizo claro, me encontré de nuevo en el túnel del tiempo, con el jolgorio de miles de conversaciones entrelazadas, la voz del viejo Jim escuchándose detrás de la barra y ¡cómo no! el sonido de viejos clásicos saliendo por el equipo de Música que volvía a acariciar mis oídos con lo eterno.

En un pequeño rincón, con una mesa de forma circular para dos personas, me senté a la espera de lo que deseaba tanto mi garganta como mi alma, y a los pocos minutos una joven, libreta en mano me preguntó qué deseaba. Tras pedir la bebida le solicité que entregara una pequeña nota al camarero, y desapareció entre los cuerpos que se mecían o hablaban en los espacios donde solo se podía estar de pie.

El equipo de Música estaba dispuesto de manera perfecta, de modo que la Música se escuchaba nítida y pura a pesar del ruido en el pub, algo en lo que Jim siempre estuvo al tanto, como buen amante de los sonidos. Sonaba "Wish you were here", esa eternidad hecha sonidos sobre la perdida y el desarraigo, y me lo tomé como una bienvenida de lujo, con la ironía que podía esperar del destino y, por qué no, del lugar y el personaje que lo regentaba.

Extrañamente, siendo el tema que era, la canción fue bajando lentamente, poco a poco, para entrelazarse sin pausa con algo que me hizo hervir las venas y sacar de mi interior todo lo acumulado en años de ausencia. La impagable guitarra de un genio comenzó a desprender las notas de algo sublime, único, eterno, mientras el piano envolvía el arpegio mágico que llegaba a mis oídos. "Sad and deep as you" salía de la nada para llevarme al infinito, y justo cuando la voz de Dave Mason atacaba la primera estrofa, una jarra de cerveza helada fue colocada con mimo sobre la mesa mientras la voz de Jim provocaba que mi piel se erizara.

Un abrazo sincero, eterno, de los que nos dábamos cuando éramos uno contra la vida, nos unió al son de la Música, y en ese momento todo el entorno desapareció, encontrándonos de nuevo mi Amigo y yo solos en nuestros sueños.

Pasaron momentos de lágrimas contenidas, los temas que consiguieron tantos años atrás que nos hiciéramos hombres cuando la Música nos atravesaba como un cuchillo el alma seguían sonando y las miradas nos llevaban a cualquier lugar donde fuimos héroes, a nuestra manera, pero héroes de nuestros deseos.

Horas después estábamos solos en el "Black Hole" apurando la enésima cerveza juntos y mirando a través de nuestras mentes. "The Passenger" nos hacia ser testigos del mundo, observando mientras hablábamos de todo, y la joven que había dejado la libreta en el mostrador, apareció con una vieja guitarra y unos instrumentos de percusión.

Me parecía que realmente, ahora sí, el tiempo se había detenido alguna década atrás, y sujetando la guitarra entre mis manos intenté hacer que la gloria volviese a romper el silencio. Jim marcaba con la percusión un ritmo mágico, rodeando los tres cuerpos sentados alrededor de la mesa, la chica acariciaba levemente con sus dedos la madera de la mesa, y dejándome llevar comencé a sentir cómo las cuerdas de acero de la vieja acústica emanaban su mensaje de vida.

"A veces, al mirar tus ojos, puedo ver mi alma..." y así fuimos pasando la noche, con los instantes de recuerdos atravesando las canciones, viviendo de nuevo la Magia de nuestra Música, desapareciendo por la ventana del "Black Hole" hacia las estrellas.


¡¡Explicar la Música es como explicar el silencio!!

sábado, 8 de junio de 2024



Siempre me sorprendo con los sueños, pero cuando un sueño supera la realidad, me parece que todo mi mundo puede hacer... lo que siento cuando me apetece.

Paseaba por la playa, con las notas de mis maravillosos mitos acariciándome los oídos, esos momentos en los que te pierdes para ser tú, con lo tuyo y lo que te llena el alma, y me encontré con una imagen que me llamó la atención.

No es que me resulte extraño que alguien tome el sol en una playa, obviamente es una situación de lo más lógica y además plausible, a pesar de ser un lugar poco frecuentado y conocido solo por los que sabemos que escondida en una cala entre dunas poca gente va a saber de ella.

Un cuerpo se encontraba tumbado, a unos cuatro metros del agua que amenazaba con acariciarle los pies, desnudo y con el Astro Rey paseando libremente por su piel, pero un detalle llamó mi atención porque parecía que desentonaba en todo lo mundano de la escena, en esa pintura que tantas veces te haces cuando sales a disfrutar de lo que es perderte con tu Música, tus ídolos y la naturaleza por encima, muy por encima, de ti.

Acercándome sin apenas hacerme sentir (debo decir que el cuerpo del ser humano que se encontraba en el lugar no hubiera sentido jamás mi presencia) me di cuenta de un detalle que no me hubiera imaginado ni por mucha (y la tengo) imaginación que le hubiera echado al asunto.

En su pecho descansaba un precioso círculo de negro vinilo, que intuí que el mismo ser que tomaba el sol había dejado a conciencia para estar unido a su piel. Dando por hecho que los rayos del sol apretaban y mucho, cuando la mágica experiencia de "Something" atravesaba mi mente, imaginé que el calor, junto al material de lo que están hechos estos maravillosos dadores de placer sensorial, tendrían a no mucho tardar un efecto físico (en lo mental ya estaba yo puesto como un salvaje lanzado a por el tesoro encontrado en una selva perdida en el fin del mundo) sobre el pecho de quien lo sustentaba.

Me senté tranquilo, a pocos metros de la escena, dejando que la Música siguiera acariciándome, llevándome en volandas, y poco a poco fui testigo de una escena que me hizo sentir ajeno a este mundo.

El sol seguía haciendo su trabajo de manera perfecta, el agua se acercaba poco a poco buscando la piel que descansaba en la arena, y el vinilo comenzaba a tomar forma con el lugar que lo sustentaba, un pecho con una respiración lenta, pausada, casi inapreciable, derritiéndose al calor y llenando el "recipiente" que parecía estar esperándole.

Dejé de sorprenderme y seguí disfrutando de la escena. Hace mucho que la Magia de mi Música es capaz de hacerme sentir cosas que no están en este mundo, y en las que me encuentro tan bien que me llevan hasta donde mi mete y mi alma quieren, por eso seguí con las notas en mis sentidos, al calor de un majestuoso Blues arrancado de las entrañas de los ancestros por el gran E.C. embelesado con lo que sucedía ante mis ojos.

El vinilo fue desapareciendo hasta perderse en el interior del cuerpo desnudo, y poco a poco una Música mística, con la Magia de lo eterno, comenzó a salir de cada poro de la piel que lo había asumido, elevándose desde la playa hasta conseguir ese grado de ingravidez que a veces, también yo, siento cuando estoy con ella. Apagué de mis oídos los sonidos que traía desde el inicio del paseo, y me dejé embaucar por lo que llenaba el ambiente, el universo, el sol, la playa y el mar.

Las olas se mecían al son de una guitarra que no paraba de arrancar notas en un solo eterno, el sol se movía según marcaban los golpes de una sección rítmica que parecía enseñarte el camino del infinito, y el cuerpo ingrávido parecía la puerta a un concierto donde todos los que conocíamos esos temas de siempre nos apiñábamos para saborear y sentir... sentirlo todo.

Poco a poco el sol fue cayendo en la línea perfecta que marca el horizonte, el cuerpo se adentró en las olas y se hundió en una visión extrema del placer, y de nuevo las notas de los temas que estaba escuchando volvieron a mis sentidos con el poderoso rasgar de un riff eterno brutalmente atacado por mi querido Joe Walsh para dejarme de nuevo en la realidad en la que me encontraba.


¡¡Explicar la Música es como explicar el silencio!!



domingo, 2 de junio de 2024



Hay ocasiones en las cuales la temperatura no va ni viene. Como decía el otro "ni frío ni calor, sino todo lo contrario". No es el caso cuando escucho esa esencia que llaman Música y que para mí es parte de mi alma.

En esas ocasiones, cuando me sumerjo en lo más profundo de mis sentidos, la temperatura nunca es indiferente; poco a poco, conforme las notas de mágicos temas acarician mis oídos, mi piel, todo lo que soy, ese torrente de emociones que me inunda funciona como un volcán en erupción que no deja de echar el calor que me abrasa desde todo lo positivo que pueda sentir.

No creo que tenga una especie de termómetro que espera hasta que mis entrañas captan los sonidos que rompen el silencio, simplemente (y nada menos por lo que supone) esa experiencia inenarrable que es escuchar Mi Música, Mi Esencia, supone que todo lo que soy se pone al servicio del temblor que toma mi cuerpo y que consigue que me aleje de las inmundicias de todo lo que me rodea.

Ahora me resulta mucho más difícil compartir las experiencias a las que aludo; las horas infinitas en el cuarto de mi casa en Mérida con amigos son parte de un pasado único e irrepetible que ya no volverán. Ahora lo único que me hace conectar con quienes aún creen que no miento cuando hablo de Magia es hablar de lo que ha sido, de lo que puede ser acercarte a los sonidos, descubrir por qué alguien plasma en esos minutos de gloria lo que escribió en un pentagrama para que todo sea el universo más allá de las palabras.

Una luz en esa oscuridad que envuelve cuando menos te lo esperas, un rayo que se cuela a través de los muros que se empeñan en construir para que lo mítico no los traspase, una pequeña ruptura con el frío que quieren hacernos sentir, a través del aliento de la Magia que llega a pesar del silencio.

Busco esos momentos en los que sé que puedo destruir el muro, ahora más que casi nunca pero con esa Magia que puede con todo, porque no es posible detener el alma que cree y que siente, la piel que se excita y estalla por el placer, y quienes no saben de ello, no pueden crear cimientos que no se puedan demoler cuando la Música rompe y calienta el mundo.


¡¡Explicar la Música es como explicar el silencio!!



viernes, 24 de mayo de 2024

46

 



Otro 24 de Mayo que quiero compartir con todos los que me rodean, estos Amigos de Negro Vinilo que me han dado tanto y tantas veces, y los que siendo parte de mi vida saben que son parte también de ellos.

Parece fácil cambiar el número que toca, pero que ahora aparezca ese 46 que es nada menos que el símbolo de que estos maravillosos envoltorios de la Esencia que es Mi Música siguen creyendo en mí y es por eso que si lo he merecido, todo ha valido la pena.

Son esa parte indisoluble de mi vida que desgranan entre las notas lo peor de lo que he sido, y la Maravillosa Vida que a pesar de los pesares me empeñé en retomar y conseguí que se pegara a mi alma. Siempre junto a mí, ofreciéndome esa magia que sólo ellos pueden dar, Mi Música, por lo que he sido y seguiré siendo, porque de ahí ya no me mueve ninguna nube que tenga tintes de "Dana" al uso fuera de tiempo.

Las sensaciones del primer roce del diamante sobre su piel siguen intactas 46 años después, cuando vuelvo a adentrarme en sus envoltorios para sentir lo que en breves instantes se convierte en Magia, y me convierte en un ser fuera de este mundo. 

Aquella frase que sigue en mi memoria grabada a fuego "hijo, no es lo que ven en ti, sino lo que sientan contigo" es lo que sigue haciéndome seguir, con ellos a mi lado, algunos pocos más y los que quedan por venir, con la imagen de quien apostó por mis ilusiones al ver el brillo en mis ojos.

46 Años de Amor, Pasión, Fantasías y Realidades, 46 y todos los que vengan, porque si de pocas estoy seguro en mi vida, es que ya no saldrán de ella y seguirán conmigo hasta que la última nota acaricie mis sentidos. Surcos mágicos que se dejan hacer el amor por los dedos de un soñador impenitente que les ama porque son ese pedazo de carne que nunca me ha faltado.

Dar las gracias se me antoja tan necesario como emocionante, pero no puedo dejar de darlas a todos ellos que siguen rodeándome en mis sueños, a los que creyeron en mí a través de la Música y compartieron conmigo el infinito por el placer de escucharlos, y por supuesto gracias a mi Amor más allá de las palabras, que supo desde el primer día que toda esta locura era parte indivisible de lo que soy.


¡¡¡Long Live Rock And Roll!!! 

La Música, Mi Esencia, Mi Alma.